Primera entrega
A lo largo de los años y ya desde pequeños se nos ha inculcado que las prácticas populares y milenarias de quienes ancestralmente poblaban el continente americano era pura superchería y que debían ser desechadas. En ese sentido aquel conocimiento no sólo fue estigmatizado sino también menospreciado, siendo el saber occidental el único conocimiento válido. Sin embargo, la supervivencia de esas prácticas culturales, incluso a costo de la vida de muchas personas que supieron defenderlas, ha permitido que hoy podamos tener una mirada respetuosa desde la ciencia, entendiendo que también esos conocimientos son igualmente válidos y valiosos como lo son los occidentales.
Desde pequeños hemos crecido escuchando historias sobre brujas y brujos, nos han leído cuentos, hemos visto dibujos animados o películas de terror. ¿Quién no ha cantado alguna vez “El brujito de Gulubú” de María Elena Walsh?
Pero, ¿alguna vez se preguntaron quiénes eran estos personajes “espeluznantes” que, con sus vuelos nocturnos, calderos gigantes, gatos negros, telas de araña y “maleficios”, decoraron nuestra infancia y adolescencia? ¿Existieron realmente? ¿Existirán aún? ¿Eran realmente tan malvados?
Algo parecido ocurre con la salamanca en los cuentos, relatos populares, zambas y chacareras donde los pobres y desahuciados; los músicos, poetas y bailadores; las “brujas” y “brujos” entre otros, acuden al encuentro con el “diablo”, o alguna de sus manifestaciones, en busca de aprendizajes, consejos o para cumplir los más profundos y anhelados deseos de amor, venganza o fortuna.
Todos estos personajes, los escenarios por donde transitaron y los distintos contextos culturales en los que se desenvolvieron, junto a las preguntas formuladas anteriormente, nos han movilizado a buscar esa historia-otra, esa otra mirada acerca de las brujas y brujos locales, sus vínculos con la salamanca y con las plantas del monte, sobre todo en el territorio del noroeste y el chaco argentino.
El brujito y el doctor
El brujito, y la canción de María Elena Walsh, nos pueden dar algunas pistas, quizás, para empezar. Este brujito que embruja, enmudece, enferma o embrutece es “curado” gracias al doctor y su vacuna de luna lunalú, al igual que toda la población a la que volvía loca.
Es interesante rescatar que la figura del brujito, cargada de una connotación negativa, ha sido construida en contraposición a la del médico, reforzando aquellos estereotipos. Es que es el doctor, el que viene de afuera, quien trae la salvación. Esto es reflejo de lo que ocurrió en nuestro continente con los saberes de los pueblos originarios que fueron desestimados y estigmatizados, mientras que solo los saberes europeos fueron considerados conocimiento válido. Esta estigmatización también sufrió la salamanca y por tanto nos adentraremos brevemente en su historia.
La salamanca, las brujas y el takiy onkoy
Para comenzar, es preciso explicar el origen de la salamanca, para lo cual debemos situarnos en la provincia española homónima, que se encuentra ubicada en el centro oeste del territorio español, próximo a la frontera con Portugal.
La cueva de Salamanca ha dado lugar a leyendas, sainetes y novelas, hasta llegar a convertirse en lo que es hoy, un sitio de interés histórico y arqueológico. Se ha dicho que allí los árabes practicaban la “brujería” habiendo sido instruidos por el diablo, y que fueron ellos los responsables de que esta práctica, condenada por la Iglesia Católica, se expandiera por todo el territorio denominándose genéricamente (tanto a los encuentros como a los lugares donde se realizaban) como “salamancas”.
Los inquisidores españoles las asociaron, por su “carácter diabólico”, con los aquelarres medievales o sabbats y con aquella imagen creada por ellos de “la bruja”. Pero, en realidad las “brujas” eran las últimas representantes de las antiguas culturas del oeste europeo, principalmente celta.
La salamanca logró cruzar en barco hacia América, al igual que lo hizo la santa inquisición española, que tomó en este continente el nombre de “extirpación de idolatrías” y se dedicó a combatir contra todo aquello que no fuera católico, apostólico y romano. Los europeos sintieron temor y trataron de erradicar aquellas expresiones culturales y religiosas manifestadas por los originarios americanos, por ejemplo, el empleo de las plantas sagradas, como la koka (Erythroxylum coca), la achuma (Echinopsis pachanoi; Echinopsis lageniformis) o el war war (Brugmansia spp.). El mismo riesgo corrieron otro tipo de prácticas como las ceremonias ancestrales andinas o expresiones como el takiy onqoy (el canto enfermo o enfermedad del canto).
El relato que sigue puede echar un poco de luz sobre el porqué de estas estigmatizaciones y la relación entre la salamanca y el takiy onqoy. Esta historia andina nos fue referida por el Tayta Ullpu1. Los takiykuna ocupaban en el Tawaintisuyu2 el rol de cantores de historias, eran músicos-poetas que honraban su cultura a través de la improvisación del canto por el cual transmitían sus valores y sentimientos. Con la llegada de los invasores, fueron prohibidos sus cantos y forzados a trabajar como mano de obra en lugares en los que no querían hacerlo, los obligaron a abandonar su antiguo oficio para siempre a fuerza de castigos.
Sin embargo, los takiykuna resistieron a la conquista con sus cantos constantes y peregrinantes que encontraron refugio en las cuevas profundas de las montañas andinas, es decir en el corazón mismo de la tierra. Cantaban estos individuos sus cantos que se tornaron tristes y melancólicos por los tiempos que vivían. De esta forma enfrentaron a los conquistadores y, en rebeldía, se aislaron para poder seguir cantando sus historias y no caer en las manos de quienes pretendían destruir su cultura. Cantaban los takiykuna hasta que enfermaban de tristeza y morían dentro de las cuevas o eran asesinados. Así es que esta resistencia del canto fue conocida como takiyonkoy (el canto enfermo o la enfermedad del canto).
Para los conquistadores, el takiyonkoy fue considerado como una herejía asociada a la brujería y al culto al demonio ya que se realizaba dentro de las cuevas, al igual que la salamanca. (Fig. 1). Las distintas formas de empleo de las plantas sagradas y medicinales, así como las alimenticias (por caso, la papa), fueron perseguidas por “diabólicas” y las prácticas ceremoniales entendidas como “invocaciones al demonio”.
Esta estigmatización se fue replicando y expandiendo a lo largo del continente y construyendo un ideario popular de lo que fueran las prácticas autóctonas, condenadas a ser ocultadas. Sin embargo, estas resistieron y encontraron un lugar en cuevas andinas y en el monte chaqueño, donde se siguió hablando el quechua y otras lenguas autóctonas, cantando, bailando, aprendiendo el arte de curar y el empleo de las plantas sagradas y medicinales.
Bibliografía
Carmelo “Tayta” Sardinas Ullpu – comunicación personal.
Escohotado, A. Historia general de las drogas. Espasa, España, 1999.
Escohotado, A. 1994. Las drogas de los orígenes a la prohibición. Alianza Cien. España, 1994.
Farberman, J. Las salamancas de Lorenza. Magia, hechicería y curanderismo en el Tucumán colonial. Siglo XII. Buenos Aires. Argentina, 2005, 288 p.
Farberman, J. Magia, hechicería y cultura popular. De la colonia al siglo XX. Sudamericana. Buenos aires. Argentina, 2010, 210 p.
Guamán Poma de Ayala, F. [1615]. El Primer Nueva Crónica y Buen Gobierno. Cuarto centenario de la culminación de la obra 1615-2015. Colección Patrimonio. Bolivia. 2015, 681p.
Rojas, R. La Salamanca. Drama en verso. Losada. Buenos Aires. Argentina, 1943.
Schultes, R. E. y Hofmann, A. Plantas de los dioses. Orígenes de los alucinógenos, 2º edición en español, cuarta reimpresión, Fondo de Cultura Económica, México D.F., 2010.
1 Carmelo “Tayta” Sardinas Ullpu. Profesor de lengua runa simi (quechua) gran conocedor y defensor de la cultura andina.
2 Mal llamado Imperio Inka, que se extendía, al norte, desde el río Anqas en el sur de Colombia hasta la zona cordillerana de Cuyo en la Argentina y Chile hasta el Pacífico.