El corazón fue y será un órgano con una mística especial, el de los sentimientos, de las alegrías y tristezas, del amor y del odio… Pero, en definitiva, no es más que una masa de músculo que trabaja incansablemente desde el primero al último día de la existencia del ser humano. Históricamente un órgano intocable, pero en estos últimos 100 años, la ciencia lo ha convertido en el blanco de múltiples procedimientos que beneficiaron su función, prolongando la vida de la humanidad en lo que denominamos el Siglo del corazón.
EL SIGLO DEL CORAZÓN
Allá por 1906, el médico holandés Willem Einthoven le explicó a la comunidad científica el valor de su hallazgo: el electrocardiograma. Este no consiste más que en registrar las diferencias que se detectan en la actividad eléctrica del corazón y graficarlas en un papel. Consiste en cables de diferentes colores, conectados al paciente en las cuatro extremidades y la colocación, sobre el pecho, de seis ventosas o derivaciones que van de derecha a izquierda a la altura de la tetilla. Esto da como resultado un gráfico con 12 derivaciones donde se nos muestran las partes del órgano, en forma normal o alterada. Es un imprescindible método de diagnóstico para detectar arritmias, bloqueos, infarto, y la finalización de la actividad con el paro cardíaco. Hoy es un elemento fundamental de una consulta cardiológica básica, difundido en todo el planeta.
En la década de 1950, los médicos suecos Helmut Hertz e Ingle Eddle presentaron un modelo de ecocardiograma para estudiar el corazón, basados en los estudios sobre la forma de orientación de los murciélagos y delfines que, sin utilizar el sentido de la visión, emitían ondas sonoras en una determinada frecuencia, que rebotaba en la probable presa y esto les daba un sentido de imagen y ubicación. Este es el esbozo para la técnica de ultrasonido y ecografía clínica. Las imágenes obtenidas de la ecocardiografía permiten diagnosticar en tiempo real los movimientos y la función del corazón, y también sus alteraciones. Hoy, a más de 70 años, la ecocardiografía es un método complementario de diagnóstico imprescindible al que se han sumado los perfeccionamientos de aquella estructura básica, como el Doppler tisular, el strain, el strain rate, la torsión y las imágenes en 3 y 4 dimensiones, entre otros adelantos.
En 1958, el ingeniero sueco Rune Elmqvist desarrolló el primer marcapasos implantable en el Hospital Universitario Karolinska de Solna, Suecia. El corazón es una bomba que envía y recibe sangre desde y para todo el organismo. Posee un sistema de conductos llamados arterias coronarias, y también una batería fisiológica con una red de cables que transfieren energía a toda la estructura cardíaca. Esta batería fisiológica, el nódulo sinusal, y su red de cables, una rama derecha y un tronco y dos ramas a la izquierda, conforman el denominado sistema cardionector. Este puede sufrir diferentes alteraciones, como los bloqueos en la conducción eléctrica. La red eléctrica del corazón puede ser reemplazada por una batería, el marcapasos, que se coloca debajo de la piel habitualmente en la parte superior del tórax, y de él salen catéteres o cables hacia las cavidades derechas del corazón, donde se envía la energía necesaria para los movimientos y funciones del órgano. Hoy ya están disponibles dispositivos que no necesitan de cables o catéteres para enviar los impulsos eléctricos.
Al profesor Frank Pantridge se lo recuerda como el médico cardiólogo que ha salvado millones de vidas a lo largo del último medio siglo, por ser el inventor del cardiodesfibrilador portátil externo automático, DEA. Entre los grandes problemas que se originan en el corazón, el sistema de arterias coronarias puede presentar obstrucciones y desencadenarse un infarto de miocardio, y también un desorden del sistema eléctrico con un cambio anárquico en su ritmo con las denominadas arritmias, entre las más severas: taquicardia y fibrilación ventricular. Cualquiera de estos problemas puede generar paro o ataque cardíaco, que sin intervención adecuada, produce la pérdida de vida del paciente. El choque eléctrico con un cardiodesfibrilador automático DEA, junto con las maniobras de resucitación cardiopulmonar RCP, son una técnica de rutina en la actualidad presente en forma obligatoria no solo en los centros de salud sino en todo lugar público.
El 9 de mayo de 1967 el médico argentino René Gerónimo Favaloro realizaba el primer bypass aortocoronario. Esta técnica tiene como objetivo reestablecer la circulación coronaria insuficiente, con un puente venoso o arterial, que sobrepasa la obstrucción, conectando en su porción proximal con la arteria aorta y en una distal con el sector de la arteria coronaria por debajo de la obstrucción. Millones de seres humanos salvaron su vida con este maravilloso invento cardioquirúrgico, por ello el bypass aortocoronario fue declarado uno de los grandes inventos de la humanidad.
El 3 de diciembre de 1967, el cardiocirujano de origen sudafricano Christian Barnard implantó, por primera vez en el mundo, el corazón de un ser humano en el cuerpo de otro, realizando así el primer trasplante cardíaco. Fue una revolución en la medicina, que abrió un campo amplísimo a la cirugía de corazón, echó las raíces para la prolongación de la vida y el trasplante de órganos. Más aún, cambió el concepto de muerte, que a partir de entonces, ya no es cuando el corazón deja de latir, sino cuando el cerebro deja de funcionar, lo que abrió una puerta muy grande en el beneficio de la donación de órganos. Desde ese momento, el corazón fue un músculo más, una bomba reparable y descartable que hasta podía ser reemplazado, sin cambiar las condiciones intelectuales, afectivas ni cognitivas del ser humano.
En 1969 el médico argentino Domingo Santos Liotta realizó la primera experiencia en corazón artificial. Los constantes sueños de la ciencia en querer reemplazar al ser humano por máquinas se vio plasmado en una clínica de Lanús, Provincia de Buenos Aires, Argentina, donde al corazón natural de un paciente fue reemplazado por una bomba artificial; comenzó aquí el sueño de poder asistir al ser humano con un elemento mecánico. Hoy continúa en fase experimental en muchos centros del mundo que buscan equiparar la función cardíaca natural con un dispositivo artificial.
El 16 de septiembre de 1977, Andreas Gruntzig, médico cardiólogo y radiólogo alemán, que también vivió por un tiempo en la Argentina, realizó en la ciudad de Zúrich, Suiza, la primera angioplastia coronaria con balón exitosa, con el fin de mejorar el flujo sanguíneo de las arterias del corazón obstruidas. La angioplastia consiste en un procedimiento con un catéter con balón o globo en su punta que, al ser inflado dentro de la arteria, a la altura de la obstrucción, la destapa aplastando la placa de ateroma o acúmulo de grasa, con lo que logra expandir el diámetro del segmento severamente estenótico y reestablecer la circulación coronaria. Hoy es una estrategia de rutina en el tratamiento de la enfermedad coronaria.
En 1988, el médico argentino Julio César Palmaz patentaba el primer stent coronario. La angioplastia es la forma de destapar arterias con un catéter con un balón en su punta, como ya se dijo. Con el tiempo se vio que este método mostraba una tasa de recurrencia en un importante porcentaje: la arteria destapada se volvía a tapar. El stent vino a solucionar esta recurrencia. Es un dispositivo en forma de tubo, con características de red tubular conformada por una malla metálica que se introduce dentro de la arteria luego de ser desobstruida por la angioplastia: se consigue que no vuelva a obstruirse, casi como un encamisado. Hoy, angioplastia y stent conforman una sociedad casi perfecta en la batalla de la ciencia para solucionar la obstrucción de las arterias de todo el organismo.
En relación a la técnica de soporte vital extracorpóreo ECMO*, en 1971 el médico J. D. Hill realizó el primer uso de un circuito extracorpóreo en tiempo prolongado con sobrevida del paciente. Conectó un ECMO a un joven de 24 años con una falla respiratoria severa por un politraumatismo. Pero el médico Robert H. Barlett es considerado en el mundo el padre del ECMO: realizó por primera vez un ECMO neonatal en 1975. Apoyó con esta técnica a una recién nacida en falla respiratoria e hipertensión pulmonar secundaria a una aspiración meconial. Barlett fue un pionero, al haber modificado la circulación extracorpórea para llevarla de la sala de operaciones a las unidades de cuidados intensivos. Esta recién nacida, llamada Esperanza, es hoy un icono del ECMO.
CONCLUSIONES
Esta revisión cronológica de lo que llamamos El siglo del corazón reporta una actualización de inventos e inventores, llamativamente muchos de ellos argentinos, desde principios del siglo XX.
Hoy, la denominación de estos logros de la ciencia no solo forma parte de la dialéctica médica, sino de la población en general: me hicieron un electrocardiograma, un ecocardiograma, un bypass, o me pusieron un stent o un marcapasos, en todos los casos formando parte de un gran objetivo: la mejoría en la calidad y prolongación de vida de la humanidad.