Los países del mundo, y en especial aquellos en vías de desarrollo, se vieron afectados por el aislamiento en múltiples esferas siendo la educativa un gran desafío. Los riesgos psicosociales han sido una fuente de preocupación en los docentes, que se vio agravada durante la pandemia. Los principales síntomas estuvieron relacionados con la ansiedad, los trastornos del sueño, la irritabilidad y el nerviosismo.
La pandemia por COVID-19 y su consiguiente confinamiento han impactado en todos los ámbitos, y el educativo ha sido uno de los principalmente afectados. Un evento tan disruptivo socialmente como la pandemia tiene la potencialidad de amenazar la educación global y la salud de los educadores, particularmente; esto último ha dejado de ser una posibilidad para transformarse ya en una realidad palpable.
En efecto, con el fin de evitar la propagación de la enfermedad y mitigar sus riesgos e impacto, se ha generado el cierre de instituciones educativas, inicialmente por tiempo desconocido, en más de 190 países. Según datos de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación la Ciencia y la Cultura (UNESCO), más de 1.200 millones de estudiantes de todo el mundo, y de todos los niveles de enseñanza, dejaron de tener clases presenciales a mediados de mayo de 2020. La Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) había planteado, inclusive antes de la pandemia, que la situación social en la región se deterioraba como consecuencia del aumento de los índices de pobreza y de pobreza extrema, así como la persistencia de las desigualdades y el crecimiento del descontento social.
Con los ámbitos educativos cerrados, los educadores presentaron confusión y estrés, ellos ya no estaban seguros de sus obligaciones ni de cómo mantener conexiones con los estudiantes para dar un adecuado soporte a su aprendizaje. Además, han tenido que realizar una transición a las plataformas de enseñanza a distancia que en no pocos casos han resultado ser complicadas y frustrantes. En consecuencia, más de la mitad de los docentes presenta hoy síntomas de ansiedad, es decir que han manifestado temor, que se experimenta de manera indeterminada sin la presencia de un desencadenante concreto; y también estrés provocado por el esfuerzo excesivo, las preocupaciones o el sufrimiento ante el apremio para responder a las demandas.
En particular, en nuestro país ha quedado expuesto un sistema de enseñanza tradicional tendiente a la obsolescencia en todos sus niveles, hecho más evidente en primaria y secundaria; como también se evidenció las escasas habilidades y capacitación de docentes y directivos para realizar una planificación de clases y desarrollarlas de manera remota. La forma de trabajar se articuló desde la urgencia, desde la necesidad, por lo que una adecuada planificación, el trabajo en equipo y la colaboración de todos los actores relacionados a la educación quedaron librados a la capacidad de cada uno para resolver la manera de enseñar.
El esfuerzo de los docentes se patentizó en el interés en aprender a trabajar con las plataformas remotas, la capacidad de conquistar a los alumnos desde la empatía, la investigación, la conexión emocional y la motivación. Durante esta pandemia, de esos más de 1.200 millones de estudiantes que habían dejado de tener clases presenciales, alrededor de 160 millones eran estudiantes de América Latina y el Caribe. En todos esos países la suspensión de clases presenciales dio origen a tres campos de acciones principales: generación de modalidades de enseñanza a distancia con o sin usar tecnología, apoyo y movilización del personal y las comunidades educativas; y la atención a la salud y bienestar integral de los estudiantes.
El personal educativo, entonces, ha debido hacer frente a distintas demandas desde lo social, lo emocional y lo vinculado a la salud mental de los estudiantes y sus familias. Antes de la pandemia los docentes contaban con pocas oportunidades de formación para la inclusión o para trabajar con estudiantes en contextos menos favorecidos y de mayor diversidad. La mayoría de los países de América Latina que participaron de la encuesta internacional sobre enseñanza y aprendizaje (ITALIS) de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) informan que los maestros habían recibido formación en herramientas de tecnologías de la información y la comunicación (TIC) para la enseñanza en la educación inicial; pero de todos modos los docentes consideran que siguen teniendo una alta necesidad de formación en esa materia.
En el marco del IV Foro Regional de Políticas Educativas, distintos referentes de Latinoamérica fueron convocados por la UNESCO para discutir “acciones de educación inclusiva para la región más desigual del mundo”. Claudia Uribe, directora de la Oficina Regional de Educación para América Latina y el Caribe de ese organismo, aseguró que “la inclusión y la equidad siguen siendo una tarea pendiente en nuestra región, un tema que en este contexto se ha hecho más profundo y evidente, y cuya atención cobra una renovada urgencia”. El coronavirus “profundizó las brechas educativas en la región, que ya era la más desigual del mundo”, remarca el informe y agrega que “en 21 países, el 20 por ciento de estudiantes de sectores socioeconómicos medios y altos de la población tiene en promedio cinco veces más posibilidades de terminar su formación secundaria que el 20 por ciento más pobre”. Los educadores reunidos en el Foro expresaron que reducir la brecha digital “es una prioridad, sobre todo pensando en que la reapertura de las escuelas probablemente se dará con restricciones y en formatos de educación presencial y a distancia”.
Pandemias hubo muchas en la historia, desde la peste negra en la Edad Media y pasando por las enfermedades que vinieron de Europa y arrasaron con la población autóctona en América en tiempos de la conquista. Se estima que, entre la gripe, el sarampión y el tifus murieron entre 30 y 90 millones de personas. Más recientemente, todos evocan la gripe española (1918-1919), la gripe asiática (1957), la gripe de Hong Kong (1968), el VIH/sida (desde la década de 1980), el SARS (2002), la gripe porcina AH1N1 (2009), el ébola (2014), el MERS (coronavirus, 2015) y ahora la Covid-19. Sin embargo, cada una de ellas presentaba peculiaridades en función del contexto sociocultural del momento.
Durante la pandemia de gripe de 1918, por ejemplo, tres ciudades de Estados Unidos decidieron mantener sus escuelas abiertas: Nueva York, Chicago y New Haven. En ese momento, Nueva York tenía 1 millón de niños en edad escolar y el 75% residía en viviendas de alquiler en condiciones de hacinamiento, según un artículo publicado en Public Health Reports, en 2010. Para los estudiantes en los distritos de viviendas de alquiler, la escuela ofrecía un ambiente limpio y bien ventilado, donde los maestros, enfermeras y médicos realizaban inspecciones médicas exhaustivas. Sin embargo, por lo que se llamó “fobia a la gripe”, el ausentismo fue muy alto a pesar de encontrarse las escuelas abiertas. Las opiniones sobre el acierto o desacierto de estas políticas son aún discutidas.
LA CRISIS EN LA PROPIA VOZ DE LOS DOCENTES
La necesidad de ajustarse a las reglas de la educación a distancia se ha transformado en responsabilidades y exigencias que aumentan el tiempo de trabajo de los docentes para preparar las clases, asegurar conexiones adecuadas y hacer un apropiado seguimiento de sus estudiantes. Así también, la virtualidad puede generar tensiones entre docentes y alumnos por las dificultades para mantener la relación y la mediación pedagógicas, particularmente en los niveles iniciales en que se requiere un trabajo coordinado entre padres o cuidadores para acompañar en los procesos de los niños.
Más allá de los matices en los distintos niveles, y a través de encuestas realizadas a maestras y profesores de los niveles inicial, primario, medio y superior de instituciones educativas de Plaza Huincul y Cutral-Có (Neuquén), el 55% informó no contar con ningún tipo de acompañamiento institucional en la planificación de la acción educativa. Por otro lado, el rol desempeñado por los sistemas centrales educativos (el Consejo Provincial de Educación y los distritos educativos) acompañaron el proceso con ideas tardías, sin consenso, que generaron un peso extra en los docentes con la responsabilidad de garantizar la continuidad pedagógica de sus estudiantes. El trabajo fue realizado por investigadores del Instituto Superior de Formación Docente 14, y las universidades del Comahue, La Plata y Córdoba.
Por su parte, en España, más de la mitad de los docentes ha considerado “importante” abordar la formación docente para mejorar la calidad de la educación a distancia, seguido de otro 21,7% que lo ha estimado “urgente”, mientras que un 19,5% lo calificó como “interesante”. Por su parte, el 48,5% de las personas encuestadas señaló que considera “urgente” abordar el acceso del alumnado a la tecnología.
Desde lo social, el mayor desempleo y pobreza, los mayores niveles de violencia doméstica y los problemas de salud exponen al personal de la educación a tensiones familiares, sin que cuenten con los recursos materiales o profesionales para abordarlos; esta situación es en gran parte responsable de su desgaste emocional y estrés.
Las sociedades, en general, han basado su estrategia frente a la pandemia tomando medidas de distanciamiento social, al principio limitando el número de individuos en los encuentros sociales, más tarde prohibiendo que las personas salieran de sus casas. Las instituciones educativas fueron las primeras en cumplir con el aislamiento, realizando un ajuste en muy poco tiempo para evitar los desplazamientos y aglomeraciones.
“Los docentes, desde clases remotas, pensamos en soluciones destinadas a nuestros estudiantes con dificultades para conectarse a través de internet a las lecciones sincrónicas y asincrónicas que tanto tiempo nos toma diseñar. O pensamos en cómo resolver los diferentes problemas que se presentan sesión tras sesión. Además, intentamos a toda costa que sea un distanciamiento físico y no un distanciamiento afectivo”, señala Jenny Ortíz, docente del Programa de Psicología de la Escuela de Medicina y Ciencias de la Salud de la Universidad del Rosario, Colombia.
Ese quehacer mediado por internet los pone en la primera línea de procesos emocionales de estudiantes cuyas familias se enfrentan día a día a convivir con la enfermedad porque ellos mismos o algún familiar están diagnosticados. Los maestros reciben las emociones cambiantes de niños y jóvenes que avanzan en sus cursos, pero no logran una adecuada concentración. Los docentes captan esas emociones que tampoco les son ajenas a ellos mismos: el futuro, la fragilidad de la vida, el encierro, las tensiones familiares, conjunto este que conspira con la disponibilidad afectiva para el aprendizaje.
“Mí día a día se convirtió en un caos. En casa, soy yo quien sale a hacer los mandados, quien cocina y limpia, quien arma tareas para mis alumnos. También contesto los mensajes de dudas de los chicos y sus papás a cualquier hora y cualquier día, ayudo a mis hijos con sus deberes” comenta Sabrina Pasquini, profesora de Literatura en Chacabuco, provincia de Buenos Aires.
Cuando se le preguntó a la licenciada Amaya Prado, psicóloga en el ayuntamiento de Madrid, cuáles eran los problemas psicológicos habituales en esta época en los profesores, se refirió también a los miedos y al estrés. Muchos presentan fobia para volver a las clases presenciales y enfrentar a chicos que podrían tener coronavirus. “Se han sentido muy mal porque, por un lado está la vocación y, por el otro, el miedo al contagio excesivo”, argumentó.
Una encuesta realizada en España sobre la situación emocional de los docentes durante el confinamiento muestra que cerca de un 60% de los educadores afirma haberse sentido “superado” por el teletrabajo, un 70% manifestó haber tenido dificultades para dormir y un 50% haber sufrido dolores de cabeza y cambios en el estado de humor. Al 25% de los encuestados les ha costado trabajo distinguir entre el horario laboral y el personal por la sobrecarga de mensajes enviados y recibidos con la institución, los estudiantes y los padres, y por el tiempo que dedicaban a la búsqueda de material o la preparación de las clases.
Sin embargo, la labor central como docentes en tiempos de crisis es facilitar caminos pedagógicos para que nuestros estudiantes construyan significado y sentido de sus vidas, para definir sus proyectos de vida de manera autónoma y con conciencia crítica acerca de lo que está sucediendo en el mundo actual, comenta, por su parte, Patricio Chaves Zaldumbide, doctor en Ciencias Sociales por la Universidad de Buenos Aires, Argentina.
DESAFÍOS DE ENSEÑAR EN ÉPOCAS DE PANDEMIA
El impacto psicológico provocado por la pandemia de la COVID-19 y las medidas adoptadas para morigerar sus embates han provocado un amplio efecto de duración aún desconocida, por lo tanto el énfasis para identificar los casos de profesores involucrados y poner a disposición profesionales de la salud mental es muy importante. Asimismo, apoyar a los docentes con cursos de capacitación que provean herramientas desde lo didáctico y pedagógico ahora es impostergable, además por supuesto, de posibilitar el acceso a equipos y herramientas en materia de TIC. De cara a lo que viene, el cuidado emocional de los docentes deberá ser, entonces, una prioridad.
Además de estrés y ansiedad, debemos referirnos al distrés, ese estrés excesivo y perjudicial, y la ansiedad patológica. Es conocido que ambos, en medidas adecuadas, proveen al individuo de beneficios y de medidas adaptativas ya que estimulan y facilitan el rendimiento. Pero si su extensión e intensidad son excesivos se altera la vida cotidiana del individuo, aparece un gran sufrimiento y se corre el riesgo de una enfermedad fisiológica. Esto se correlaciona con los niveles de ausentismo y renuncias laborales.
Por lo tanto, las organizaciones educativas deben contemplar un plan preventivo y de tratamiento de la salud mental de los educadores. Los docentes deben contar con un clima institucional de confianza, seguridad, respeto y valoración que garanticen su calidad de vida y autorrealización. Esta crisis ha dejado al descubierto que más que una época de cambios es un cambio de época en lo relacionado a la consideración de la actividad docente, particularmente; y debemos poder consensuar para lograr una mejoría, no solo de la educación sino también de nuestra sociedad.
Gabriel Freiría, médico especialista en Clínica Médica y Medicina Laboral en Swiss Medical, Medicus, Policlínico UOM, Experta ART.
María Florencia Lanzani, médica especialista en Oftalmología con especialización en glaucoma. Desempeña su actividad en Hospital Oftalmológico Santa Lucía, Buenos Aires.
Mariela Signorelli, médica especialista en Gastroenterología, Hepatología y endoscopia digestiva. Miembro staff del Centro de Gastroenterología Vicente López.
Se formaron como comunicadores especializados en salud en la Sociedad Argentina de Periodismo Médico (SAPEM) de la Asociación Médica Argentina (AMA).
Fuentes
Informe covid-19. La educación en tiempos de la pandemia COVID-19. CEPAL-UNESCO, agosto, 2020. https://unesdoc.unesco.org/ark:/48223/pf0000374075?locale=es
Sierra, Juan Carlos; Ortega, Virgilio; Zubeidat, Ihab. Ansiedad, angustia y estrés: tres conceptos a diferenciar. Rev. Mal-Estar Subj., vol. 3, núm. 1, março, 2003, pp. 10–59. https://www.redalyc.org/pdf/271/27130102.pdf
International Bureau of Education (IBE) – Unesco. http://www.ibe.unesco.org/en/news/ibe-unesco-highlights-hybrid-learning-….
Ortiz, Jenny A. “Los docentes en la primera línea emocional de la pandemia”. Nova et Vetera. Universidad del Rosario, Colombia, 23 de abril 2020.
Blasco, Carlos; Contreras, Eduardo; Puertas Ramiro; Seoane, Silvio; Solavagione, Franco. “Trabajo docente en tiempos de pandemia en Cutral Co – Plaza Huincul”, septiembre 2020.
Stern AM, Reilly MB, Cetron MS, Markel H. “Better off in school”: School medical inspection as a public health strategy during the 1918-1919 influenza pandemic in the United States. Public Health Rep. 2010;125 Suppl 3(Suppl 3):63-70.