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Son numerosos los problemas y desafíos con los que hoy interpela el brote de coronavirus (Covid-19) a los sistemas sanitarios en el mundo. Más que nunca es imprescindible contar con información rigurosa que nos ayude a responder los principales interrogantes que plantea el brote de Covid-19, ya declarado pandemia por la Organización Mundial de la Salud.

El 31 de diciembre de 2019, la Comisión Municipal de Salud y Sanidad de Wuhan (capital de la provincia de Hubei) China, informó sobre un grupo de 27 casos de neumonía de etiología desconocida, incluyendo siete casos graves, con una exposición común a un mercado mayorista de mariscos, pescados y animales vivos en la ciudad de Wuhan. Se trata de la ciudad más poblada en la zona central de la República Popular China, con más de 11.000.000 de habitantes; considerada como el centro político, económico, financiero, comercial, cultural y educativo de esa región. Es un importante centro de transporte, con docenas de ferrocarriles, carreteras y autopistas que pasan por la ciudad y se conectan con otras ciudades importantes. Debido a su papel clave en el transporte doméstico, a Wuhan se lo conoce como “el Chicago de China”. Todos estos datos explican la preocupación de que el brote se haya originado justamente allí.

El inicio de los síntomas del primer caso fue el 8 de diciembre de 2019: fiebre, tos seca, disnea y hallazgos radiológicos de infiltrados pulmonares bilaterales. El 7 de enero de 2020, las autoridades chinas identificaron como agente causante del brote un nuevo tipo de virus de la familia Coronaviridae, que ha sido posteriormente denominado como SARS-CoV-2, cuya secuencia genética fue compartida por las autoridades chinas el 12 de enero. La enfermedad causada por este nuevo virus se ha denominado por consenso internacional Covid-19. Según los datos actuales se calcula que el período de incubación es de hasta 14 días.

Según la actualización de datos de la OMS del 17 de marzo 2020, se registraban 182.042 casos confirmados en el mundo, 7.260 muertes y 78.972 pacientes curados. Para esa hora, había más de 150 países con registros positivos. En la Argentina se habían notificado 65 casos confirmados y 2 muertes y 1 paciente curado. El coronavirus ya llegó a la Argentina, nada mejor, entonces, que tener acceso a información rigurosa que nos permita operar con cautela, pero sin alarmismos.

¿Cuánto tiempo puede sobrevivir el SARS-CoV-2 fuera del cuerpo humano y en diferentes superficies?

En una revisión efectuada por investigadores de la Universidad de Leibniz, se analizaron 22 estudios. Hallaron que otros coronavirus humanos como el SARS, el MERS y coronavirus endémicos tenían la capacidad para resistir en superficies como cerámica, caucho, metal, cristal o plástico hasta un máximo de 9 días. La pregunta es si estos resultados pueden extrapolarse al nuevo coronavirus. No se sabe con certeza y los investigadores señalan la necesidad de realizar estudios específicos con el SARS-CoV-2 para averiguar cuánto tiempo es capaz de sobrevivir en superficies.

¿Con qué frecuencia se da la transmisión del virus desde personas infectadas pero asintomáticas? Ya que, si esta forma de transmisión fuera frecuente, el brote sería mucho más difícil de controlar.

Los síntomas usualmente se asocian a la respuesta del sistema inmune del hospedador a la infección (fiebre, tos, decaimiento, mialgias), porque el virus se halla presente antes de los síntomas y puede trasmitirse. Luego al comenzar los síntomas, si la respuesta inmune es efectiva, en un lapso de semanas la infección es controlada, por lo tanto, a partir del inicio de los síntomas la probabilidad de trasmisión va disminuyendo.

¿Por qué el Covid-19 apenas afecta a los niños y, en cambio resulta considerablemente peligroso para personas de más de 60 años?

Sin embargo, en los últimos días, a partir de la circulación de información a través de medios periodísticos de que una bebé recién nacida presentó la enfermedad (y se recuperó sin que le fuese administrada medicación) llevó a preguntarse si el virus puede transmitirse en el vientre materno, es decir si existe la posibilidad de una nueva ruta de transmisión: la vertical, de madres a hijos.

La mayoría de los virus respiratorios afectan con mayor gravedad a niños, adultos mayores e individuos con enfermedades respiratorias de base. Probablemente los grupos etarios se relacionen con la condición del estado inmunológico menos eficiente en los adultos mayores de 65 años, lo que redunda en mayor daño causado por el virus, debido a la dificultad de resolver la infección. Asimismo, en aquellos individuos con comorbilidades la infección implica un daño sobre un hospedador que ya se encuentra en una condición de salud deteriorada.

¿Por qué es tan importante conocer la identidad del “paciente cero”, es decir, el primer humano en infectarse con el coronavirus?

Toda la información del patógeno (secuencia del genoma, tiempo de viabilidad fuera del hospedador) y de su epidemiología (vías de trasmisión, tasa de reproducción de casos, tasas de letalidad), favorecen la posibilidad de controlar el problema sanitario.

Identificar al paciente cero puede permitirnos, entonces, reconstruir la cadena de trasmisión.

¿Cómo los animales, y qué especies entre ellos, fueron vehículo de este virus que ahora representa una amenaza para los humanos?

La mayoría de las infecciones/enfermedades emergentes en las últimas décadas han sido zoonóticas. Las especies salvajes tienen “sus” virus, los cuales en su gran mayoría están adaptados y no son patógenos. El contacto cercano con el humano favorece su trasmisión y, al tratarse de un nuevo hospedador, la interacción con el patógeno puede causar enfermedad. Paradojalmente, las vacunas atenuadas se producen adaptando un virus humano a un nuevo hospedador (cultivos celulares de otras especies), una vez adaptado, el virus producido ya no es patogénico para el humano.

¿Debemos preocuparnos en torno a la mortalidad teniendo presente la cantidad de personas que han registrado la enfermedad?, ¿Son cifras realmente preocupantes?

Todas las medidas que eviten la muerte de una persona son bienvenidas, pero en el marco de la salud pública hay que priorizar el nivel poblacional, según el riego implícito de cada patógeno. Casi 32 mil personas mueren por año en la Argentina por neumonía e influenza, este seguramente es un problema significativamente mayor que el que vaya a causar la infección por coronavirus. (Si la tasa de mortalidad es del 2-3% -llega a 15% en población >65 años- deberían infectarse entre 1 millón y 1 millón y medio de personas, para causar el mismo número de decesos; recordemos que en todo el mundo hoy hay 100.000 casos).

De todos modos, hay que tomar todas las medidas sanitarias posibles, que incluso previenen infecciones como la gripe (lavado de manos, estornudar escudándose en el pliegue del codo, usar barbijo en el caso de estar infectado, etc.).

¿Qué paralelismo podemos ver con la pandemia A/H1N1 (virus H1N1pdm09) registrada en 2009?

La experiencia siempre favoreció la contención de las epidemias. En 1920 hubo una epidemia de gripe que mató 40.000.000 de personas. No había por aquellos tiempos medios de comunicación masiva; no se contaba entonces con información suficiente sobre el virus, ni sobre cómo contenerlo. Pero, con el avance de los tiempos, el conocimiento favoreció su control. Por citar ejemplos, la pandemia de SARS en 2003, y la de H1N1 en 2009, fueron significativamente menos graves que las precedentes.

El conocimiento previo siempre jugará a favor del hospedador y la experiencia recogida de esta epidemia servirá para la próxima, que sin duda ocurrirá.

¿Por qué los coronavirus son propensos a mutaciones? ¿Es inquietante el avance de los virus zoonóticos? ¿Estos casos, como los registrados en 2009 (H1N1) son llamados de atención que debemos interpretar?

Todos los virus mutan, es la naturaleza de la evolución. Como preconizó Heráclito –quien cambió totalmente de orientación el pensamiento que venía imperando hasta su época– todo en la realidad está en perpetuo cambio. Tanto así que llegó a sostener que es imposible definir algo porque de inmediato esa cosa se modifica y ya deja de ser lo que era para ser otra. En biología el límite del cambio es el “error catástrofe”, este de algún modo impide que pase a ser otra cosa y el patógeno mantenga la identidad. La evolución, entonces, es una condición intrínseca de todos los seres vivos. Y, en particular, en los virus se encuentra potenciada por la simplicidad de su genoma, la tasa de multiplicación y características propias de la replicación (falta de edición de las polimerasas virales).

Hay infinidad de virus, virus de mamíferos, aves, reptiles, peces, etc.; virus de plantas, virus de invertebrados, virus de bacterias, virus de hongos, todos conviviendo en equilibrio con el ambiente y sus hospedadores. Cuando este equilibrio se rompe, por ejemplo, debido al calentamiento global -inundaciones, deforestación-, o el contacto cercano con animales salvajes, o la crianza de cerdos y aves de corral en forma conjunta, condiciones sanitarias, contaminación de fuentes hídricas y habitacionales, hacinamiento, etc., la emergencia de patógenos, en particular de virus se verá favorecida.

• La información científica ha sido aportada por el doctor Diego Flichman, profesor adjunto de la cátedra de Virología de la Facultad de Farmacia y Bioquímica, UBA, e investigador adjunto del Conicet, quien forma parte del Comité editorial de En Foco, la publicación oficial de divulgación científica e institucional de la FFyB.