Yo, que en la piel tengo el sabor/Amargo del llanto eterno/Que han vertido en ti cien pueblos/De Algeciras a Estambul/Para que pintes de azul/Sus largas noches de invierno… Casi medio siglo atrás Joan Manuel Serrat escribía y cantaba estas estrofas de Mediterráneo. ¿Cuánto tiempo más este mar inspirará poetas y juglares si está en camino de convertirse en una peligrosa trampa de plástico?
La gigantesca isla de basura en el Océano Pacífico que “flota” entre California y Hawái, está creciendo a gran velocidad, según una investigación publicada en la revista Nature. De acuerdo con el estudio, esta área de residuos que se expande por un 1,6 millones de km2 —es decir, casi tres veces el tamaño de Francia— contiene cerca de 80 000 toneladas de plástico, un 8% al menos está constituida por microplásticos, como daba cuenta la BBC, a principios de año.
Muy recientemente, National Geografic informaba que ni aun el punto más profundo del planeta se libra de la contaminación por plásticos, “los exploradores de la expedición Five Deeps, encabezados por el empresario y submarinista estadounidense Victor Vescovo, descendieron hasta el punto más hondo de la Fosa de las Marianas (10 935 metros) y comprobaron que hasta allí llega la contaminación humana: encontraron una bolsa de plástico y restos de envoltorios de caramelos vagando por el fondo marino”.
Pero, quizá uno de los lugares más estudiados por el nivel de alerta que representa sea el Mar Mediterráneo, debido a diferentes motivos: 13 países europeos tienen costas sobre el Mediterráneo, 5 países africanos y 5 de Medio Oriente; y es creciente la afluencia turística no solo en sus playas, sino primordialmente por la enorme oferta de cruceros que surcan ese mar. Y también, preocupan las características propias de ese “mare nostrum” de 2 550 000 de km2 que está virtualmente encerrado entre continentes.
Así, un informe de fines de 2018 de Word Wild Fundación (WWW), titulado “Una trampa del plástico. Liberando de plástico el Mediterráneo”, señala que ese mar alcanza niveles récord de contaminación por microplásticos. La concentración es de 1,25 millones de fragmentos por kilómetro, un nivel casi cuatro veces superior al de la “isla de plástico”, en el Océano Pacífico. Además, justamente el hecho de que el Mediterráneo esté semicerrado acelera esta concentración.
Es que cada año, entre 70 000 y 130 000 toneladas de microplásticos (fragmentos de tamaño menor que 5 mm) y entre 150 000 y 500 000 toneladas de macroplásticos –el equivalente a 66.000 camiones de la basura– acaban en el mar Mediterráneo y otros mares europeos.
Y si bien el Mediterráneo acumula solo el 1% del agua del mundo, concentra en cambio el 7% de los microplásticos globales. Los restos también llegan al mar a través de los ríos que desaguan en él, principalmente el Nilo, el Ebro, el Po, el Ródano y los ríos Ceyhan y Seyhan en Turquía.
No están aún completamente especificados los criterios de calidad ambiental.
Las plantas de tratamiento convencionales de aguas no están diseñadas para eliminarlos.
Por ello, existe preocupación tanto en el ámbito científico como en las entidades ambientales reguladoras. En este sentido, la OMS instó en agosto de 2019 que se realice una evaluación exhaustiva de la presencia de microplásticos en el medio ambiente y de sus efectos en la salud de las personas, tras publicarse un análisis acerca de los conocimientos actuales sobre estos materiales en el agua potable. Así, la doctora Maria Neira, directora del Departamento de Salud Pública, Medio Ambiente y Determinantes Sociales de la Salud de la OMS señala: «Necesitamos urgentemente más datos sobre los efectos en la salud de los microplásticos, que están presentes en todas partes, incluso en el agua que bebemos. No obstante debemos seguir estudiando este asunto y evitar que la contaminación por plásticos siga aumentando en todo el mundo»
El “Qué le voy a hacer, si yo nací en el Mediterráneo”, pensado por el cantautor catalán como añoranza y desvelo… podría transformarse, infortunadamente, en una expresión de pena y desconsuelo.
Zulema Torres, es médica anestesióloga, hemoterapeuta y emergentóloga.
Se formó como periodista médica en la Sociedad de Periodismo Médico de la Asociación Médica Argentina y en divulgación científica en el Curso de Divulgación de la Facultad de Farmacia y Bioquímica.