Sí, la primera mujer médica en las Américas obtuvo permiso del Protomedicato de Cuba para ejercer en 1820. Pero… iba vestida de varón y se comportaba como tal. Nacida en Suiza, a los 15 años se casó con un soldado francés —a quien acompañó en los frentes de batalla— y tuvo una hija que murió en la niñez. Cuando su esposo pereció en combate, ella tomó su uniforme; años después con identidad masculina se tituló como médico cirujano en la Sorbona de París y fue médico militar en las campañas napoleónicas de Rusia y España. Fue hecha prisionera y encarcelada hasta 1816. Recaló en el Caribe, para 1819, primero en Guadalupe y luego en Cuba. Justamente allí sucedió la historia que rememoramos.
A Enriqueta el ´engaño´ le costó muy caro: cárcel, tortura psicológica, escarnio público y destierro. En 1823, cuando una empleada de la casa matrimonial —porque Enriqueta se había casado con una mujer, ¡y por Iglesia!—, la vio dormir con la camisa desabrochada… fue la debacle. Incluso su propia esposa, Juana de León Hernández, quizá por temor o por sufrir amenazas, promovió la denuncia penal; dijo por entonces haber sido traicionada por una mujer disfrazada de varón. Escándalo, monstruosidad, diabolismo, como mínimo eran los epítetos proferidos en la prensa de la época y en la sociedad católica burguesa. Un juicio mediático, como se diría ahora, que trascendió la isla de Cuba, llegó a todos los territorios del coloniaje español; y también recaló en los nacientes EE.UU. En este artículo viraremos el enfoque morboso hasta encuadrar la historia en las dificultades que han tenido las mujeres, y en particular Enriqueta, para acceder a los estudios superiores, y a la vida pública y profesional; pero también en la discriminación y el castigo ejemplar a las diversidades.
La historia de Enriqueta fue exhaustivamente revisada por Julio César González Pagés, máster en Género por la Universidad de Nueva York; doctor en Ciencias Históricas por la Universidad de La Habana; oficial de Programas ONP de la Agencia Suiza para el Desarrollo y la Cooperación (COSUDE), del Departamento Federal de Asuntos Exteriores; y coordinador general de la Red Iberoamericana y Africana de Masculinidades. Los resultados de su ardua investigación de más de una década, encarada desde los estudios históricos en Antropología social, fueron publicados en el libro Por andar vestida de hombre, el único delito que le pudo ser ´probado´ a Enriqueta.
Henriette Faver Caven (Enrique o Enriqueta Faber, Faver o Favez) había nacido (se cree) en Place de la Riponne, Lausana, Suiza, en 1791; aunque otros documentos cantonales señalan que fue en Bavois, en 1786.
Ya conocemos su trágico final: fue encarcelada, maltratada, vituperada, torturada psicológicamente. Y finalmente, embargadas sus posesiones, y ella expulsada a perpetuidad de todos los territorios del Imperio Español, como puede leerse en la Comunicación del Capitán General de la Isla de Cuba, del 29 de julio de 1824, en la que ordena su expulsión a Nueva Orleans. Un: ´Hasta la vista, baby´…
CAUSA CRIMINAL: ¿QUÉ ES ESO DE SUPONERSE VARÓN?
Podría pensarse que la causa fue motivada por mala praxis médica, pero no… no existía reclamo alguno al respecto. Más aún desde que, luego de un riguroso examen, Enriqueta fue aprobada por el Protomedicato —tribunal que reconocía la suficiencia profesional y concedía la licencia para ejercer la facultad médica— pasó a formar parte de la exigua lista de personas no naturales de Cuba o de España que habían revalidado el título, y a ser uno de los tres cirujanos existentes en la región.
La carátula judicial reza: Causa criminal contra Doña Enriqueta Favez por suponerse varón y en traje de tal haber engañado a Doña Juana de León con quien contrajo legítimas nupcias, documentación que se conserva en el Fondo de Asuntos Políticos, legajo 3483, del Archivo Nacional de Cuba. Suponerse varón y andar en traje de tal, ´delitos´ peores que esos… no ha habido.
Los interrogatorios durante el juicio, más propios de la Santa Inquisición, muestran el grado de vejación sufrida. Y, por razones de decoro, no los reproducimos en esta nota. Cuando rumores de la cárcel le hacen saber que iba a ser paseada desnudo/da por las calles, decide confesar que era mujer. A confesión de parte, relevo de pruebas, podría pensarse. Pues no, igualmente fue sometida a dos humillantes revisaciones médicas para constatar su ´verdadero´ sexo.
La condena dictada en Santiago de Cuba, el 19 de junio de 1823, dice: Atendido así mismo el agravio y escándalo que ha ocasionado a la república no menos con tales delincuencias, que con el disfraz de hombre, que condenan todas las leyes del universo, en cuya suposición pudo obtener la licencia del Protomedicato y el título de su Fiscal para Baracoa, con insulto y burlas de ese respetable Tribunal, del Excelentísimo Señor Capitán General de la Isla, y de todas las demás autoridades y corporaciones constituidas en ella. Desde luego condenaba y condena por el mérito de la causa a la enumerada doña Enriqueta Favez a sufrir reclusión en la Casa de Recogidas establecida en la ciudad de La Habana, por diez años, bajo la especial vigilancia de las autoridades competentes, con calidad de que, cumplidos permanecerá recluida hasta que haya ocasión de ser remitida a cualquier puerto extranjero, el más lejano posible de esta Isla con absoluta prohibición de volver a entrar con pretexto alguno en los dominios españoles, señalándole de que encontrándosele en cualquiera de ellos, se le impondrá doble reclusión, con las demás penas a que haya lugar. (El resaltado en negrillas es nuestro.)
Las primeras etapas del juicio muestran a una Enriqueta desorientada y desesperada, y con escasa o nula asistencia jurídica; de hecho comete errores que empeoran su situación procesal. Hasta que un prestigioso litigante, el licenciado Manuel Vidaurre, asumió su defensa. Recurrió la sentencia ante el tribunal de alzada de Puerto Príncipe ―algo similar a una Cámara de Casación en nuestro sistema de administración de Justicia―; y de su brillante apelación rescatamos:
―Enriqueta Faber no es una criminal. La sociedad es más culpable que ella, desde el momento en que ha negado a las mujeres los derechos civiles y políticos, convirtiéndolas en muebles para los placeres de los hombres. Mi patrocinada obró cuerdamente al vestirse con el traje masculino, no sólo porque las leyes no lo prohíben, sino porque pareciendo hombre podía estudiar, trabajar y tener libertad de acción, en todos los sentidos, para la ejecución de las buenas obras.
¿Qué criminal es ésta que ama y respeta a sus padres, que sigue a su marido por entre los cañonazos de las grandes batallas, que cura a los heridos, recoge y educa a los negros desamparados y se casa nada más que para darle sosiego a una infeliz huérfana enferma?
Ella, aunque mujer no quería aspirar al triste y cómodo recurso de la prostitución…
En este momento el fiscal lo interrumpió irónicamente y dijo:
―¡Debe ser una santa!
El defensor repuso rápidamente:
―O, mejor: una víctima.
El planteo del defensor era irrebatible: no existe delito alguno. Y, si bien, no obtuvo la absolución, que hubiera sido lo justo, al menos logró una significativa reducción de la pena: Puerto Príncipe, 4 de octubre de 1823 (…) se condena a Enriqueta Favez al servicio del Hospital de Paula de la ciudad de La Habana por cuatro años, a donde será conducida en el traje propio de su sexo, los cuales cumplidos saldrá de la Isla con extrañamiento perpetuo del territorio Español. En el traje propio de su sexo, claro está: parte de la condena consistirá en vestirla de mujer. Eso era lo realmente insoportable para el statu quo.
“Con una energía y una fuerza inagotables, Enriqueta Favez desarrolló estrategias para derribar las estrechas fronteras que entonces se le imponían como mujer. Uno de sus primeros pasos (documentado) fue la decisión de estudiar Medicina. Pero como en su época esta carrera le estaba vedada a la mujer, no vaciló en vestirse de hombre. Como cirujana, se enroló en el ejército, un lugar donde aún hoy a la mujer le resulta difícil imponerse como especialista en la profesión. Como médica rural, cirujana y profesora vestida de hombre, luchó por la población marginada de la zona oriental cubana. Pero, ¿logró Enriqueta Favez desplazar fronteras con su inusitado proceder?”, se pregunta González Pagés en la presentación de su libro. Por su penoso final, diríamos que no.
SOR MAGDALENA: CUANDO ENRIQUETA FUE CONDENADA A VESTIR SANTOS
Fue una reclusa en extremo problemática: luego de varios escándalos, berrinches, rebeliones y un intento de suicidio, Enriqueta fue embarcada en una goleta y llegó a Nueva Orleans el 5 agosto de 1824; es que ya no la soportaban más. Allí la recibieron unos familiares y le ´recomendaron´, que dado el nivel de desvergüenza de su conducta… mejor sería recluirse en un convento de monjas.
Mientras tanto, el 20 de agosto de aquel mismo año, Enriqueta le escribía una carta a su exesposa Juana, quien por cierto la había traicionado y denunciado a la Justicia: Amada Juana: Ya estoy bien lejos de ti como te prometí antes de que comenzara toda nuestra desgracia (…) Juana, no sé si podremos vernos de nuevo algún día, pero sí estoy seguro que, de hacerlo, estaría de nuevo dispuesta a sufrir a tu lado. Te quiere. Enrique”. Nótese cómo vacila en el uso del género gramatical, su identidad de género autopercibida, dice estar ´seguro´, en masculino; pero seis palabras después se autorrefiere con el femenino: ´estaría… dispuesta´. Y remata firmando con su nombre de varón ´Enrique´.
De allí en más, ingresó en la Sociedad de Hijas de la Caridad, donde hizo innumerables obras de beneficencia, y prestó servicios también como enfermera bajo el nombre de Sor Magdalena —relata el historiador cubano—. Donó parte de su caudal a los pobres y, con los años, llegó a ser Madre Superiora de la congregación. En 1844, viajó a Veracruz y luego a Guadalajara, México, en calidad de misionera.
El 23 de mayo de 1846, veintidós años después de aquella carta, de algún modo, le llegó el runrún de la muerte de su exesposa, y entonces escribió: Amada Juana: No puedo pensar que lo que me dicen sea verdad. No puedes haber muerto sin yo verte (…). Nunca te culpé por lo que pasó, fueron todos ellos los que no entendieron que nos amábamos pese a todo. (…) Si tú mueres, una parte de mí lo hará, la mejor de todas, te lo juro que ya no podré ser el mismo. Dame por favor alguna señal de vida. Te quiere. Enrique. En esta ocasión, se autorrefiere en género masculino y firma como tal. Efectivamente, Juana había muerto el 8 de febrero de 1846.
Es que Enrique/Enriqueta nunca supo que Juana, una vez que ella fue desterrada de Cuba en 1824, “comenzó un romance con Miguel Chicoy Delbós, contrayendo matrimonio con él posteriormente, el 30 de abril de 1828 (con quien tuvo dos hijas). Chicoy Delbós fue concejal del Ayuntamiento de Baracoa”, nos anoticia González Pagés, quien además investigó la (mejor) suerte corrida por la exmujer de Enriqueta.
Ahora bien, Enriqueta/Enrique ¿se sintió masculina o cambió de identidad para poder practicar la medicina? O ambas cuestiones a la vez… Annemarie Sancar, doctora en Antropología y experta de la COSUDE, quien tuvo a su cargo el prólogo de la obra de González Pagés, dice que es imposible saberlo.
Es que, Enriqueta simbolizó un antimodelo de mujer, de hecho, por esa causa fue juzgada pese a la inexistencia de una ley que pudiera condenarla por su comportamiento y orientación sexual y el único elemento empleado fue “por andar vestida de hombre”, como ha enfatizado González Pagés. Por eso… y nada más.
Murió en 1856, a los 65 años. Como parte de sus investigaciones, González Pagés halló su tumba en Nueva Orleans, pero el huracán Katrina, en agosto de 2005, se llevó los despojos de Enriqueta/Enrique… esta vez para siempre.
Amalia Beatriz Dellamea, Centro de Divulgación Científica y Equipo de Gestión Editorial de FFyB En Foco, Facultad de Farmacia y Bioquímica, Universidad de Buenos Aires
*El proceso criminalístico de reconstrucción facial, con técnicas somatológicas y osteológicas computarizadas, se relata pormenorizadamente en la obra de Julio César González Pagés (págs. 98-104).
NOTA. EL TIEMPO NO PARA… ENRIQUETA/ENRIQUE EN TEATRO, DOCUMENTALISMO. LITERATURA Y CINE
Su vida fue objeto en 2004 de un docudrama, con guion y dirección de la licenciada en Arte de los Medios de Comunicación Audiovisual del Instituto Superior de Arte ISA de Cuba, Lídice Pérez.
También hubo una obra del tradicional grupo teatral Rita Montaner dedicada a esta historia. Más acá en el tiempo, la compañía Argos Teatro estrenó en 2021 el monólogo teatral Favez, basado en el libro de Julio César González Pagés.
En cinematografía, Insumisas, una película de Laura Cazador y Fernando Pérez, de 2020, recordó a la primera mujer que ejerció la medicina en Cuba vestida de hombre y que fue acusada de traidora, monstruo y hereje.
En literatura, varias obras como ensayos y novelas históricas han visto la luz desde fines del siglo XIX, un análisis de algunas de ellas puede verse en la tesis de Ylenia Perera Perera, citada en la bibliografía.
Fuente
González Pagés, Julio César. Por andar vestida de hombre. Editorial de la Mujer, La Habana, 2012.
Bibliografía
Benítez Rojo, Antonio. Mujer en traje de batalla. Novela. Alfaguara, 2001.
D’Ottavio Cattani, Alberto Enrique. Favez o el secreto de Henriette Faver Caven. Rev Med Cine, 4 (2008): 148-153.
Perera Perera, Ylenia. Enriqueta Faber en Cuba: una subversión literaria de los roles de género. Departamento de Filología Hispánica, Clásica y de Estudios Árabes y Orientales. Universidad de Las Palmas de Gran Canaria. Tesis, 2018.
Vazquez, Andrés Clemente. Enriqueta Faber. Ensayo. Novela histórica. Imprenta y Papelería “La Universal” de Ruiz y Hno. Habana, 1894. (En: The Library of the University of North Carolina at Chapel Hill, PQ 7297. U29. E6, 1894).