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Segunda entrega

La salamanca ha sido, además de un recurso literario, folclórico y artístico, un lugar de encuentro real donde se compartían los saberes ancestrales que pasaban de boca en boca y de mano en mano. Por estos sitios transitaban las afamadas “brujas” y los temidos “brujos”, aquí no solo se aprendía el arte del baile y el canto, sino que también se aprendía el arte de curar. Hombres, bichos, animales y plantas, comparten y se comparten libres de prejuicios raciales sin importar su corporalidad, y fueron vistos a los ojos de la cultura dominante como “primitivos”, como ignorantes, como “diabólicos”. Proponemos aquí un recorrido por la salamanca en la Argentina a través de algunas canciones, relatos e historias que nos permitan entender qué fueron y qué rol cumplieron estos espacios, no solo para la historia, sino también para nuestras profesiones de la salud.

La salamanca en la Argentina

Proponemos ahora adentrarnos en el ámbito salamanquero argentino y, qué mejor que iniciar este abordaje con fragmentos de una chacarera que cantaba Jorge Cafrune1, y que dice así:

Ya pobre y casi desnudo
y sin tener qué comer
llegué hasta la Salamanca
pa’ verme con Lucifer.
Mandinga abrime la puerta
le dije cuando llegué
no le tengo miedo a nada
cansado de padecer.

Como dejan entrever estos versos, se construye a la salamanca como un espacio al que llegan los desahuciados. Aquellos que ya no tienen nada que perder acuden en busca de Mandinga o Lucifer quien es la autoridad máxima en este ámbito.

Para entender un poco mejor cómo construye el ideario popular la salamanca norteña y para seguir explorándola, nos valemos nuevamente de tres estrofas de una zamba de Los hermanos Ávalos, llamada “La salamanca”2:

Un rococo de la isla cantaba su amor
a una sapa vestida de azul,
Carboncillo bailaba luciendo la flor
que a los ciegos devuelve la luz.
Socavón donde el alma muere al salir,
Salamanca del cerro natal,
y en las noches de luna se puede sentir
a Mandinga y los diablos cantar.
Jineteando una escoba cruzaba el añil
de los cielos, la bruja mayor;
la lechuza en el hombro y el gran tenedor,
disparándole a la Cruz del Sur.

Estos versos presentan algunos de los personajes de la salamanca. En primer lugar, aparecen los animales, en este caso dos batracios (un rococo3 y una “sapa”). El rococo desarrolla dos de las actividades más comunes en este espacio, la música y el canto, con el fin de enamorar o encantar a la “sapa” (intenciones por las que se acude a la salamanca).

Aparece también otro personaje importante, “Carboncillo”, quien sin duda representa a otro de los excluidos en la época colonial, el negro mulato. Su condición de excluido también se ve evidenciada en su rol de “brujo”, quien a su vez realiza otra de las actividades más practicadas allí: el baile.

Por otro lado, la flor azul que luce el mulato puede ser entendida como la representación de las plantas mágicas y medicinales, y su baile, no solo como una danza artística, sino también como una de las prácticas terapéuticas tradicionales (otras cuestiones que se aprenden y desarrollan en la salamanca) y que se ven evidenciadas, en esta zamba, en la curación de la ceguera.

Al igual que en la chacarera anterior aparece la figura de aquel que dirige el lugar. Este personaje en los diferentes relatos suele aparecer con distintos nombres: Mandinga, Lucifer, zupay, diablo, demonio, etc., y distintas formas de animales, mezcla de humano y animal, etc.

Por otro lado, estas estrofas indican dónde suele estar ubicada la salamanca: en el cerro. Es decir, en un lugar alejado de las grandes poblaciones, sobre todo en regiones andinas del noroeste. Pero, como veremos, también el monte espeso es otro de los lugares típicos donde suelen ubicarse, sobre todo en aquellas zonas vinculadas al ámbito chaqueño.

Por último, reaparece en escena uno de los personajes principales de este ámbito: la “bruja”, a quien se le asocia el elemento más típico de las brujas europeas como es la escoba voladora. Este hecho evidencia la presencia de las historias venidas de Europa y que pudieron reinterpretarse y arraigarse también en estas tierras.

Todas estas estrofas, así como lo abordado anteriormente, permiten entender que la salamanca no solo está constituida como un espacio de participación multiétnica donde convergen los originarios, mestizos, españoles y negros mulatos, entre otros participantes, sino que también es creado como un espacio multicultural donde conviven y se mixturan tradiciones típicas europeas, así como autóctonas americanas.

Las plantas, las “brujas” y la salamanca en el Tucumán colonial

En este mismo contexto, la doctora en Historia, investigadora del CONICET y profesora de las universidades de Quilmes y de Buenos Aires, Judith Farberman, nos permite ingresar en las entrañas de las salamancas del Tucumán colonial y del misterioso monte del Chaco santiagueño. Su estudio está centrado en los aspectos

históricos y culturales del mundo de la hechicería a través del análisis de 11 procesos judiciales efectuados a “brujas” ocurridos entre 1715 y 1761.

Estos procesos que analizó la autora muestran cómo víctimas y presuntos victimarios compartían parentesco, así también cómo aquellos que denunciaban a las presuntas “brujas” generalmente eran los mismos que formaban parte de los jurados que sentenciaban su destino. Sus confesiones eran obtenidas mediante tormentos y sus juicios eran largos y tediosos, y como comenta la historiadora, algunos procesos judiciales no pueden ser seguidos debido a que la documentación no se presenta en muchos casos en forma completa.

Una de las historias más relevantes que relata Farberman es el caso de dos mujeres del pueblo santiagueño de Tuama (Lorenza y Francisca), que fueron denunciadas por el alcalde indígena del pueblo ante el Cabildo de la ciudad. El alcalde responsabilizaba a las mujeres de generar la mudez y la parálisis de las extremidades de María Antonia, sobrina de su esposa y criada suya, a través del empleo del “arte diabólico”. Los jueces mediante el empleo de distintas formas de coerción lograron construir un estereotipo del aprendizaje de “lo diabólico” que recuerda al Sabbat europeo. Es interesante aclarar que, en su mayoría, las “confesiones arrancadas a las reas” como dice la autora, fueron obtenidas en lengua quechua y siempre en ausencia de un traductor que pueda certificar lo dicho en tales situaciones.

De los relatos de Farberman emergen los personajes míticos del folclore local, como el alma mula, el duende y el sachayoj, entre muchos otros.

En estos montes tupidos, la autora propone pensar a las salamancas también como un lugar de continuidad de las antiguas celebraciones originarias (la recolección de algarroba4, el fin o el inicio de la cosecha, entre muchas otras) y como el refugio que posibilita la supervivencia de aquellas costumbres mestizas y criollas (así, el baile, el guitarreo y el canto).

Aparecen en el relato de Faberman plantas sagradas empleadas por los originarios del noroeste y del chaco argentino como el cebil (Anadenanthera colubrina var. cebil) (Fig. 1), el chamico (Datura ferox) (Fig. 2), el coro (Nicotiana paa, etc.) (Fig. 3) y el tabaco (Nicotina tabacum) (Fig. 4), cuatro ejemplos de vegetales con una fuerte impronta sagrada que tuvieron una intensa circulación en las salamancas. Solían ser empleados combinados o por separado en distintos tipos de preparaciones para hacer “maleficios” y también como contra-yerba para remediar estos “daños” o curar enfermedades.

Otra de las plantas que interviene en la salamanca es el atamisqui (Capparis atamisquea), así como elementos de origen humano (como uñas y cabellos) y animal (como sapos, aves e insectos). Por otro lado, bebidas típicas como la aloja5 o la chicha6 eran empleadas como vehículo para la ingestión de las plantas antes mencionadas, pero que también se consumían como bebidas en sí mismas.

De esta manera, comenta Farberman que una de sus investigadas, “Juana pasteles”, preparó un “maleficio” a partir de polvo de chamico, hierbas de atamisqui y chicha, y que reveló –bajo tormento– el remedio para este “daño” o contra-yerba: “q se le diese semilla de sevil, que fuesen cinco molidas en agua caliente y en ayunas7”.

Estos datos que logra rescatar la autora aparecen en alguno de los registros judiciales de la época vinculados a los juicios por brujería (realizados principalmente a mujeres) que sucedieron en el Tucumán colonial. Como se dijo, la información era obtenida principalmente mediante la aplicación de tormentos o a partir de testimonios de los vecinos “damnificados”. Es importante tener en cuenta que generalmente aquellos que juzgaban el hecho, eran también quienes acusaban. Por tanto, los datos mencionados no quedan eximidos de la mirada estigmatizadora que venimos destacando.

Fig. 1. Cebil (Fuente: Catálogo de plantas vasculares del cono sur online. museobotanico.unc.edu.ar)
Fig. 2. Chamico (Fuente: Catálogo de plantas vasculares del cono sur online. museobotanico.unc.edu.ar)
Fig. 3 – Coro (Fuente: Catálogo de plantas vasculares del cono sur online. museobotanico.unc.edu.ar)
Fig. 4. Tabaco (Fuente: Köhlers Medizinal Pflanzen)

Palabras finales

En conclusión, las salamancas tienen como esencia ser esos lugares de reunión de aquellos socialmente excluidos, que renegaban del catolicismo imperante y donde resisten y sobreviven las prácticas culturales y cosmologías originarias tanto americanas como europeas. Aquí no existe diferencia entre naturaleza y cultura, aquí hombres, animales y plantas despojados de ropajes culturales, y unidos en su existencia, conviven en armonía y aprenden aquello que la sociedad de la época entendía como “primitivo”.

Si bien ese saber fue disminuido, estigmatizado y excluido a los confines de lo marginal (en la figura “diabólica e indeseable” de la salamanca) por la cultura hegemónica –basada en el desconocimiento de ese otro cultural–, perduró gracias a los relatos, cuentos, mitos y canciones que revalorizaron ese espacio, el conocimiento popular y el arte de curar que allí se desplegaba mediante el empleo de plantas medicinales y sagradas por parte de las brujas y los brujos, con quienes estamos –y siempre estuvimos– relacionados los médicos y farmacéuticos, y de quienes hemos heredado saberes incalculables y de gran importancia.

Bibliografía
Escohotado, A. Historia general de las drogas. Espasa, España, 1999.
Farberman, J. Las salamancas de Lorenza. Magia, hechicería y curanderismo en el Tucumán colonial. Siglo XII. Buenos Aires. Argentina, 2005, 288 p.
Farberman, J. Magia, hechicería y cultura popular. De la colonia al siglo XX. Sudamericana. Buenos aires. Argentina, 2010, 210 p.
Rojas, R. La Salamanca. Drama en verso. Losada. Buenos Aires. Argentina, 1943.
Schultes, R. E. y Hofmann, A. Plantas de los dioses. Orígenes de los alucinógenos, 2º edición en español, cuarta reimpresión, Fondo de Cultura Económica, México D.F., 2010.

Leonardo Martín Anconatani, Rafael Alejandro Ricco y Marcelo Luis Wagner
Museo de Farmacobotánica “Juan Aníbal Domínguez”, Cátedra de Farmacobotánica. Facultad de Farmacia y Bioquímica, UBA.

Autor: Domingo Sánchez – “Mandinga abrime la puerta”.

Autor: Arturo Dávalos – “La salamanca”.

Rhinella schneideri. Recibe también, como nombres vulgares, el de “cururú” o sapo buey.

Prosopis alba, Prosopis nigra

Bebida fermentada sobre la base de frutos y semillas de algarroba blanca (Prosopis alba) o algarroba negra (Prosopis nigra).

Bebida fermentada basada en el fruto del maíz (Zea maíz).

Farberman J. Las salamancas de Lorenza. Magia, hechicería y curanderismo en el Tucumán colonial. Siglo XXI. 2005: pág. 188.