Empecemos por la respuesta: la relación directa entre el uso de la Coenzima Q10 (CoQ10) y la juventud prolongada es un mito urbano. No existe la menor esperanza de que la CoQ10 evite la irremediable y constante visualización del paso del tiempo frente al espejo. El mito urbano es un deseo colectivo, una ilusión, un relato creíble, contemporáneo, exaltado por los medios de comunicación y llevado al plano del “beneficio de la duda”.
¿Pero por qué este relato es tan creíble? ¿Puede nuestro deseo reemplazar la razón? ¿O es que existe una base de realidad?
Los buscadores científicos nos revelan más de 200 publicaciones que demuestran que existe una relación indiscutible entre la CoQ10 y el envejecimiento. Pero si buscamos “coenzyme Q10” y “eternal youth” el buscador nos devuelve “0”, al menos por ahora. Esto significa que hay que detenerse a interpretar cuidadosamente el conocimiento científico respecto del tema y el alcance del uso de la CoQ10.
Por ello su deficiencia es asociada a numerosos procesos que involucran al estrés oxidativo incluyendo al envejecimiento. Esto, sumado a que comienza a disminuir después de los 20 años posiciona al uso de la CoQ10 como el tratamiento “ideal” contra la pérdida de la juventud. Ideal porque es relativamente inocua, ideal porque se incorporaría una molécula idéntica a la que nuestro organismo deja lentamente de sintetizar, ideal porque se encuentra presente en varios alimentos e ideal porque la relación costo – beneficio es excelente si lo que se pretende es mantener la juventud.
Pero hay dos hechos para tener en cuenta: por un lado, la absorción intestinal de la CoQ10 es muy limitada por lo que sólo cantidades ínfimas serán incorporadas a través de la dieta o los suplementos dietarios. Por otra parte, la CoQ10 tiene una particularidad: si no existe una deficiencia marcada, la célula no la incorpora, y no se observa un incremento plasmático, ni mitocondrial por lo que no existe posibilidad de que su acción se vea intensificada. Así de delicada es su regulación.
Entonces, ¿la CoQ10 es una mentira y un engaño del marketing? No… Por supuesto hay que darle su justo reconocimiento. Porque si hablamos de patología ¡la mirada es completamente diferente!
Si la CoQ10 es administrada a pacientes que realmente la necesitan, en donde el descenso es tan pronunciado que hasta puede ser indetectable por métodos analíticos de alta sensibilidad, los resultados pueden ser asombrosos.
Cuando su descenso es producido por una patología primaria asociada a mutaciones de genes involucrados en su biosíntesis, se originan enfermedades neuromusculares, mitocondriales y degenerativas de grave presentación clínica que involucran degeneración motriz progresiva, pérdida de la memoria, dificultad en la deglución y diferentes grados de retraso mental. Entonces, en esos casos, el diagnóstico y el tratamiento precoz con CoQ10 resultan imprescindibles.
De la misma forma cuando se trata de deficiencias secundarias de CoQ10, producto de diversas patologías como fibromialgia, enfermedad cardiovascular, Alzheimer, Parkinson, Huntington, cáncer, diabetes, infertilidad masculina, embarazos de riesgo, entre otras, su uso es aconsejable puesto que mejora la calidad de vida del paciente.
En todos los casos, la administración de CoQ10 requiere de la estricta prescripción médica.
En resumen: la CoQ10 no es la “molécula milagro” que nos pueda prometer nada más allá de lo estrictamente posible. No le puede hacer promesas surrealistas a un organismo que no la necesita y que evoluciona naturalmente al paso del tiempo. La suplementación con CoQ10 no sumará años de vida plena más allá de lo que pueda aportar una buena alimentación, actividad física y una conciencia limpia.
Es decir, la CoQ10 no es útil, en cualquier caso, sólo cuando es realmente necesaria.
Y ante la decepción de perder la expectativa de la juventud eterna, nos queda el consuelo de pensar que el paso de los años es inevitable, cómo envejecer es decisión nuestra.
Valeria Tripodi, Profesora asociada de Calidad de Medicamentos. Miembro del Centro de Investigación, Desarrollo y Control Farmacéutico (CIDEC), Departamento de Tecnología Farmacéutica, Facultad de Farmacia y Bioquímica, Universidad de Buenos Aires. Investigadora independiente del Consejo Nacional de Investigación Científica y Tecnológica (CONICET). Miembro del International Coenzyme Q10 Association (ICQA)
Silvia Lucangioli, Profesora titular de Farmacotecnia I. Miembro del Centro de Investigación, Desarrollo y Control Farmacéutico (CIDEC), Departamento de Tecnología Farmacéutica, Facultad de Farmacia y Bioquímica, Universidad de Buenos Aires. Investigadora independiente del Consejo Nacional de Investigación Científica y Tecnológica (CONICET).