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El Profesor Jorge Quarleri reflexionó acerca de las oportunidades científicas y los posibles desarrollos que ha dejado el SARS-CoV-2.

¿Cuántas pandemias afectaron nuestra realidad por tanto tiempo?, seguramente debemos remontarnos a un pasado lejano para observar momentos tan álgidos.

En realidad, estamos conviviendo con pandemias desde hace mucho tiempo. Solo pensando en tuberculosis y malaria, todos quienes vivimos en el planeta hoy tenemos “compañía” desde tiempos inmemoriales. La pandemia de gripe de 1918, y sus posteriores impactos (1957, y 1966), con la última más reciente de 2009. Sin olvidar claro, al VIH, problema de salud mundial que aún coexiste con nosotros.

¿Cómo es convivir con una pandemia donde en los últimos 12 meses hemos tenido una mutación constante del virus?, debe ser un desafío inmenso para los investigadores biomédicos que buscan un punto débil, pero al mismo tiempo ¿la velocidad de esta nueva enfermedad, las mutaciones, los cambios de ritmo constantes, es una oportunidad para comprender, aún más, a la familias coronavirus?

Taxonómicamente hablando la familia Coronoviridae alberga dos subfamilias, una de las cuales involucra 4 diferentes géneros, de los cuales dos (alfa y beta) incluyen virus que infectan a los humanos. El nuevo virus SARS-CoV-2 integra el género beta. Sin dudas, la dinámica asombrosa que ha tenido la ciencia frente a esta pandemia (desde sus múltiples ángulos de análisis) ha sido proporcional al desafío planteado por el propio agente y las consecuencias devenidas desde la infección/enfermedad.

Dos miembros de esa misma familia ya nos habían desafiado anteriormente: uno en 2002 (el SARS-CoV-1) y, una década después en 2012, el otro (MERS). Ambos con mayores tasas de mortalidad, fueron más efímeros en su impacto.El SARS-CoV-2, aun con una tasa de letalidad menor, considerando el impacto global de las infecciones, exalta mucho su protagonismo y sigue desafiando a la salud. La magnitud del golpe que propició este virus y la duración del daño obtuvieron como respuesta un abrumador caudal de conocimientos, que en muchas circunstancias aun trascienden el problema. Como “modelo” de estudio, este virus es complejo y desafiante, con múltiples preguntas todavía pendientes de respuesta.

¿Considera usted que el avance ante regiones “vírgenes” y el contacto con especies animales salvajes ocasionará nuevas enfermedades zoonóticas en el futuro?

Sin dudas. La irresponsable e irrespetuosa invasión del hombre en ecosistemas habitados por especies que no nos “cuestionan” es caldo de cultivo para que eventos de transmisión zoonótica puedan producirse.

¿Qué siente cuando grupos de personas que adhieren a los programas de vacunación ponen en duda los desarrollos de vacunas contra esta enfermedad?

La sensación es ambigua. Por un lado, en términos autocríticos, la necesidad de generar comunicaciones claras, para que el común de la gente las comprenda, disipando dudas infundadas. En eso creo que debemos mejorar para desbaratar la desinformación.

Por el otro, la percepción de una manifestación del individualismo, del egoísmo, de no autopercibirse integrante de una sociedad que debe mancomunarse para luchar contra algo que nos compromete. El virus se contenta cuando nuestra conducta se acerca al “sálvese quien pueda”, porque le genera –inexorablemente– flancos débiles a la sociedad, y será allí donde atacará para autoperpetuarse.

¿Imaginó vivir algo similar mientras se formaba e investigaba?, parece una situación sacada de un relato de suspenso-terror o simplemente un fragmento de la historia de la medicina que retrata las pestes que afrontó la civilización.

No. Creo que en nuestra naturaleza tendemos a alejarnos, desde el pensamiento, de lo que nos entristece, angustia, enferma, nos acerca a la muerte.

¿Cuál es la gran diferencia con la gripe H1N1 (2009-2010) y por qué nuestro país, en ese entonces, no vivió mayores desafíos?

Son dos virus con diferencias sustanciales, aun compartiendo la transmisión por vía aerógena. El virus influenza H1N12009 se encontró, en una parte de la población, con un escudo inmunológico que había sido generado en respuesta a la agresión por su predecesor, el virus H1N1 que siguió circulando hasta la década de 1950. Eso, epidemiológicamente, sustentó la menor vulnerabilidad en personas adultas mayores, pero sorprendió con su mayor azote a los adultos jóvenes. La capacidad de daño del virus del 2009 no se mostró multiorgánica como lo es este virus SARS-CoV-2. Además, la vacuna ya estaba disponible y era entonces cuestión de hacerle el “make-up” para esta nueva variante de virus influenza. Por último, la rapidísima disponibilidad de los eficaces y accesibles antivirales contra influenza, sin dudas quebró la curva de casos, pues su uso se masificó en cada caso sospechoso. Para este SARS-CoV-2, aún no disponemos de herramientas en ese sentido, a pesar de varias que se encuentran en diferentes fases de los estudios clínicos.

Países con un alto porcentaje de su población con las dos dosis contra la Covid-19 habían regresado a una vida “cuasi normal”, pero se vieron obligados a diagramar una nueva dosis de vacuna ante el avance intempestivo de la variante Delta. ¿Considera que podrá lograrse la inmunidad de rebaño? ¿O estima que será necesario establecer campañas de vacunación a largo plazo ante posibles mutaciones en el futuro?

A esta altura de la pandemia, sus condimentos incluyen la vacuna, las variantes virales y, sobre todo, las inequidades para con ambos (vacunas, variantes). No habrá inmunidad colectiva en tanto haya naciones que no acceden casi por completo a vacunarse. La inmunización es un acto que requiere solidaridad y comprensión colectiva. Fallar en esto es sencillamente no conocer cómo se comporta el virus. La inequidad en la distribución de vacunas en el mundo es la mejor música que podemos hacerle escuchar a este virus para que siga bailando alocadamente entre nosotros.

La variante Delta (y las que puedan generarse) son una clara advertencia que nos hace para que no lo subestimemos. En términos de terceras dosis, prefiero priorizar los planes completos originalmente concebidos y con las vacunas actuales. Veamos luego, con las prioridades que están bastante claras, las necesidades de una tercera dosis. Pero no dejemos de prestar atención al comportamiento del virus… tiene potencial para seguir sorprendiéndonos con nuevas estrategias de escape a la respuesta inmune. Y él sabe y siente que lo estamos “presionando” (vacunas, drogas antivirales) y no se quedó ni quedará impávido. Es proactivo y buscará la manera de ser un ejemplo darwiniano más de la “supervivencia del más apto”.

Para el presente y el futuro, la vigilancia epidemiológica será crucial (símil virus influenza) que sustente la necesidad de cambios/actualizaciones en las vacunas disponibles.

¿Considera que la emergencia del SARS-CoV2 es un buen punto de partida para repensar/replantear el sistema de investigación en nuestro país?

El sistema científico argentino ha tenido una respuesta meritoria. Fue rápida, multidisciplinaria, federal. ¿Suficiente? Seguramente necesitamos mejorar múltiples aspectos. Debemos fortalecer los lazos entre los actores de la investigación básica, la aplicada, y los prestadores de los servicios de Salud. Pero cuando celebremos el final de esta pandemia, será oportuno sentarnos a la mesa a discutir sobre lo hecho, y cómo mejorarlo.

Jorge Quarleri es bioquímico y doctor de la Universidad de Buenos Aires en el Área de Microbiología, docente autorizado de la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires e investigador principal del Conicet.