Fue la primera egresada universitaria argentina: Farmacéutica por la Universidad de Buenos Aires, el 18 de julio en 1885, y en ese año además, fue la primera mujer en ser admitida como alumna de la carrera de Medicina, una carrera ´superior´. Pero no se la hicieron nada fácil, de hecho debió emprender un proceso judicial para ser admitida. Su precedente fue invocado por Cecilia Grierson, la primera médica argentina, y más tarde por Julieta Lanteri, a quienes también se les había denegado el acceso a Medicina. La historia, sin embargo, no ha hecho debida justicia con Élida. En esta nota se trazará una semblanza de Passo desde un abordaje de Historia de mujeres, con perspectiva de género.
Es un hecho: el bello sexo inteligente que desde algunos años á esta parte ha arrojado una mirada atrevida en el Campo de la Medicina, trata de ensanchar sus horizontes, dedicando á la Farmacia, ¿y por qué no?
Se nos refiere que la aula de farmácia de nuestra Facultad de Ciencias Médicas, actualmente regenteada por el Dr. Candelón, está favorecida por la asistencia asidua de una inteligencia joven que, acompañada constantemente por su anciano padre, no pierde conferencia alguna. Es indudable que su objeto es la farmacia, á no ser que siga medicina, amaestrándose al mismo tiempo en la difícil ciencia que tiene por objetivo el estudio de los medicamentos.
Revista Farmacéutica. Junio 15 de 1882, Año XV, T. XX, Nro. XI, pp. 268-9
(se reproduce la ortografía original)
Élida Passo nació en Buenos Aires en 1866, en una familia ligada a la profesión farmacéutica. En el primer Censo Nacional de la República Argentina, realizado en 1869, bajo la presidencia de Domingo Faustino Sarmiento, figuran los registros de Élida, de 3 años por entonces, y de su padre Juan Passo, de 38, como parte de la población urbana de la sección Carmen de Areco. Allí se consignó la profesión paterna: boticario. La doctora en Bioquímica e historiadora de la ciencia y la medicina, Rosa D ́alessio de Carnevale Bonino señaló que aunque no es posible afirmarlo con certeza, hay indicios fuertes que permiten suponer que el abuelo de Élida, Martiniano Passo, también fue boticario.
Durante 1882, Élida por entonces de 16 años, había estado asistiendo como alumna libre a las clases de Farmacia en la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad de Buenos Aires, así lo atestigua un artículo de la Revista Farmacéutica del 15 de junio de ese año, y que transcribimos arriba como epígrafe de esta nota. Allí puede leerse que una “inteligencia joven (…) acompañada constantemente por su anciano padre, no pierde conferencia alguna”. El autor de ese texto (que no ha podido ser individualizado) en la introducción de su nota, titulada “Mujeres Farmacéuticas”, se despacha con “Es un hecho”, es decir algo que pareciera indubitable o al menos imparable; “que el bello sexo inteligente” (bueno, esta expresión nos exime de todo comentario) “ha arrojado una mirada atrevida al Campo de la Medicina”, y finaliza con una expresión “¿y por qué no?”. Pronto sabremos por qué no.
“Férreas disposiciones patriarcales impedían el acceso de las mujeres en las casas de altos estudios. (Fue de) la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires de donde egresaron las primeras universitarias con título mayor en el país. Tal vez imitando a
regañadientes, y con cierto retraso, a las universidades de París, Zurich, Londres y las de las principales ciudades rusas –que constituyeron en el área oriental una saga particular en materia de preparación de médicas–, en 1885, la Facultad (de la UBA) incorporó a Élida Passo”, señala Dora Barrancos, licenciada en Sociología, magíster en Educación y doctora en Historia, una de las pioneras en Iberoamérica en dedicase a los estudios de género.
De hecho, Élida debió hacer sus primeras incursiones universitarias, como ya se ha visto, acompañada permanentemente por su “anciano padre” (que por entonces tenía 51 años), gran ventaja esta última porque demuestra el apoyo que su progenitor daba a los anhelos profesionales de su hija, nada usual por aquella época, más bien lo contrario. Pero este ir acompañada por un chaperón representa un aspecto negativo, ya que no era común ni propio, ni ´bien visto´ que las mujeres se atrevieran a andar solas por ahí… en aulas universitarias.
Considérese que las mujeres de la época eran colocadas, a través del corpus normativo, en un lugar social de minoridad permanente. El Código Civil de la República Argentina redactado por Dalmacio Vélez Sarsfield, promulgado el 29 de septiembre de 1869 y que entró en vigencia el 1 de enero de 1871, determinó con mayor contundencia la inferioridad de la mujer casada puesto que esta requería la anuencia del marido para poder actuar. Este hecho coronó la desigualdad jurídica entre los cónyuges; el matrimonio determinaba la pérdida de libertad civil de la mujer, una incapacidad de hecho cuasiabsoluta, colocándola bajo el régimen de representación necesaria de su marido.
Si bien es cierto que, dentro del régimen del Código, la mujer soltera, o viuda, gozaba de absoluta capacidad de hecho con algunas incapacidades de derecho: así, no podía ser tutora de sus hermanos (art. 390); tampoco podía ser testigo en los instrumentos públicos, (art. 990) ni en los testamentos, (art. 3705); pero, en la práctica el omnímodo poder paterno seguía ejerciéndose como lo habían permitido las viejas normas heredadas del colonialismo español.
EL LEGAJO DE ÉLIDA, UNA BITÁCORA DE SU DENUEDO
Que Passo venía pergeñando su ingreso a Medicina era un hecho, como advirtió con suspicacia el autor de aquella nota en la Revista Farmacéutica, al decir: “Es indudable que su objeto es la farmacia, á no ser que siga medicina, amaestrándose al mismo tiempo en la difícil ciencia que tiene por objetivo el estudio de los medicamentos.”. Al analizar su legajo, hallamos el certificado de estudios expedido por la Facultad de Humanidades y Filosofía de la UBA, donde el decano certifica que: “Don Élida Passo (sic) ha dado ante la mencionada Facultad las pruebas de competencia exijidas (sic) por las ordenanzas universitarias, en las siguientes asignaturas de los estudios preparatorios” (y a continuación las enlista), firmado el 1 de marzo de 1881.
En 1882, en un certificado de estudios firmado el 15 de abril por el Rector y Director de Estudios del Colegio Nacional de Buenos Aires, José Manuel Estrada, se deja constancia de que D.ª Élida Passo ha rendido en calidad de libre asignaturas correspondientes al tercero, cuarto, quinto y sexto año, y aparecen listadas las asignaturas con sus correspondientes calificaciones. Por lo menos en esta oportunidad se le aplicó el género femenino. Este paso en su formación le permitiría inscribirse en una carrera universitaria superior, Medicina; si la dejaban hacerlo, por supuesto.
También en un certificado con firma del Secretario de la Facultad de Ciencias Fisicomatemáticas dos semanas antes, el 3 de abril, se da cuenta de que la Señorita D.ª. Élida Passo (en esta Facultad también se respetó el género gramatical) rindió los exámenes correspondientes a Botánica, en el que obtuvo Regular, y de Química Inorgánica, con Bueno. Se recuerda que estas asignaturas correspondían a la carrera de Farmacia, pero se cursaban en la Facultad de Ciencias Fisicomatemáticas.
Era tiempo del batacazo final: en cierto día y mes de 1883, que no hemos podido determinar, Élida decidió solicitar su ingreso a la Carrera de Medicina de la UBA, como podemos ver en la carátula que reza: Señor Passo Élida. Solicita: Ingreso. La posibilidad de que Señoras o Señoritas se atreviesen a tal cosa… no estaba ni en los más lejanos pensamientos de la época.
La “mirada atrevida” a la que aludía el autor de la nota que usamos como epígrafe no se quedaría meramente en un estar contemplativo. Su voluntad de relegar los roles que tradicionalmente eran asignados a las mujeres y transitar aulas en las que solo existía presencia masculina, resultó demasiado para las autoridades de la Facultad que —según señala Dora Barrancos— intentaron obstruir su matriculación en la carrera de Medicina, alegando las adversidades que significaban el tener que compartir el aprendizaje con varones. Pero, la insistencia y determinación de Élida, con presentaciones judiciales incluidas, logró vencer las férreas oposiciones de las autoridades, quienes finalmente debieron admitirla como alumna de Medicina.
Mientras, continuaba formalizando sus estudios de Farmacia, como queda patentizado en una nota que Élida eleva al Decano de la Facultad de Ciencias Médicas el 28 de febrero de 1884, en el que expresa: “Habiendo rendido exámenes de 1º. y 2. años de Farmacia (…) y debiendo rendir examen general”, solicita que se fije día y hora. El 15 de julio de 1885, finalmente, rindió el examen general y se convirtió en la primera mujer farmacéutica universitaria de la Argentina. El 18 de julio le fue expedido el título, como consta en el recibo firmado por Élida ese día: “Recibí de la Secretaría de la Facultad de Ciencias Médicas un diploma de Farmacéutico”.
En paralelo había estado cursando asignaturas de Medicina y ejerciendo en el Hospital General de Mujeres Rivadavia, primero como practicante menor interna y luego como practicante mayor. Sin embargo, su carrera comenzó a aletargarse debido a los constantes problemas de salud y prolongadas internaciones que van quedando registradas en las notas que dirigía los decanos de turno para solicitar excepciones en los exámenes y autorizaciones para rendir fuera de término, a los que acompañaba de los respectivos certificados médicos.
Su precedente fue invocado por Cecilia Grierson cuando también le fue rechazada su solicitud de ingreso a la carrera de Medicina en la UBA. Más tarde otra farmacéutica, Julieta Lanteri, debió invocar nuevamente el precedente de Passo para ser admitida en Medicina. Grierson logró graduarse el 2 de julio de 1889 y se convirtió en la primera médica argentina. Lanteri se graduó el 11 de abril de 1907.
Lamentablemente, Élida cursó hasta el quinto año de la carrera y no llegó a recibirse de médica debido a que sufría una enfermedad grave (muy probablemente tuberculosis), que la llevó a la muerte el 7 de mayo de 1893, a los 27 años.
Amalia Beatriz Dellamea. Centro de Divulgación Científica y Equipo de Gestión Editorial de FFyB En Foco, Facultad de Farmacia y Bioquímica, Universidad de Buenos Aires.
Fuente primaria
Legajo 126. Élida Passo. Archivo y Mesa de Entradas. Facultad de Medicina, Universidad de Buenos Aires.
Bibliografía
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Barrancos, Dora. Mujeres en la sociedad argentina: una historia de cinco siglos. Sudamericana. Buenos Aires, 2010.
Martín, Ana Laura y Valobra, Adriana María (Comps.) Dora Barrancos. Devenir feminista. Una trayectoria político-intelectual. Antología esencial. 1ª. ed. CLACSO. Editorial de la Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires, 2019.
Migliorini, Inés Candelaria. Los Derechos Civiles de la Mujer en la República Argentina. Centro Nacional de Documentación e Información Educativa, Buenos aires, 21-25 de agosto de 1972.
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Palermo, Alicia Itatí. El acceso de las mujeres a la educación universitaria. Revista Argentina de Sociología, 2006, vol. 4, núm. 7, 11-46.
Agradecimientos: Lic. María Teresa Di Vietro†, Analía Verrie, Patricia Carrizo, Walter Andzilewko, Viviana Garetto y Analia Elizabeth Cogolato, de la Biblioteca Central “Juan José Montes de Oca”, y Áreas de Archivo y Digitalización, Facultad de Medicina, Universidad de Buenos Aires. Al Lic. Leonardo Santolini de la Subsecretaría de Comunicación y Cultura, Facultad de Farmacia y Bioquímica, Universidad de Buenos Aires.