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Ciudad de Buenos Aires. 12 de diciembre de 1871. Por entonces calle Belgrano (hoy Avenida), al lado de la iglesia de Monserrat. Tarde calurosa. Un disparo de arma de fuego resuena en una de las habitaciones de la casona. Los vecinos encuentran tirado en el piso y con un disparo en la cabeza a Roberto Sánchez. Era un estudiante de cuarto año de Derecho, sanjuanino, de 22 años, que también trabajaba en la secretaría de Gobierno, era secretario en la Sociedad Literaria de Estímulo y colaboraba en el diario La Nación.

El suicida dejó tres cartas. Una a su madre, a quien pidió: “Madre mía: antes de morir, rómpele la cuerda al reloj que al separarme de ti me regalaste, para que en todo tiempo marque la hora infausta de mi infortunio”.

En otra misiva, dirigida a su hermano, confesaba el motivo de su decisión: “Desde que comencé a estudiar puse mi vida en un hilo; hoy ese hilo se ha cortado y he puesto mi mano donde nunca hubiera querido ponerla”. La otra carta, finalmente, estaba dirigida a sus amigos.

Es que ese día Roberto debió rendir, a eso de las 14 horas, Derecho Romano en el Departamento de Jurisprudencia (faltaban todavía tres años para que se convirtiese en Facultad de Derecho) de la Universidad de Buenos Aires. La mesa examinadora lo reprobó. El trágico desenlace dio lugar a crónicas y numerosas piezas periodísticas, durante toda la semana, en los principales medios de la época: La Nación, La Prensa, La Tribuna y El Nacional.

Al funeral de Sánchez, que se realizó al día siguiente en el cementerio de la Recoleta, asistieron más de 2.000 estudiantes. En esa ocasión, uno de sus compañeros relató que un día antes del examen, Sánchez le había confiado: “Yo tiemblo cuando doy examen, porque un signo de reprobación sería mi muerte”.

Nada será dicho aquí respecto de la personalidad y las circunstancias íntimas de las motivaciones de Roberto. Solo que, quizá, lo trágico del hecho operó como emergente, apareció como la punta del hilo de una madeja bien enmarañada, por cierto. Un “malestar estudiantil” preexistente, en palabras de los doctores Tulio García y Liliana Scotti en un artículo titulado “Las reformas antes de la reforma”, que con claridad descriptiva alude a las tempranas simientes de los movimientos estudiantiles y su encomiable labor en el logro de las anheladas reformas de la educación superior.

DEL CEMENTERIO A LA CASA DE GOBIERNO

Los compañeros de Roberto Sánchez consideraron que el hecho trágico se había debido a una gran injusticia. Así que luego del sepelio, unos 200 estudiantes (para algunos testigos, fueron hasta 500) se reunieron en el patio de la Universidad y en zonas aledañas, donde pronunciaron discursos, arengas, protestas y proclamas. Pero no terminó allí, sino que decidieron avanzar hasta llegar a la casa de Gobierno para pedir a viva voz la destitución de los profesores que integraron la cuestionada mesa examinadora y entregar un manifiesto que solicitaba la reforma del sistema de exámenes.

Quedaba constituido, así, el “Movimiento 13 de diciembre”, que contó con su propio órgano de difusión, sus asambleas y que elevaba peticiones tanto a la Universidad como a la Provincia. Recuérdese que la UBA desde su creación en 1821 y durante 60 años tuvo dependencia provincial. Recién en 1881 fue nacionalizada, como solución política alcanzada luego de la guerra civil. El órgano de difusión fue también llamado 13 de diciembre, se trató de un semanario y publicó su primer número el 21 de diciembre de 1871. En él llegaron a colaborar intelectuales de la talla de Vicente López y Juan María Gutiérrez. Por fortuna, algunos ejemplares se conservan en la Biblioteca Nacional.

El lema elegido por el movimiento fue Buscar la verdad, conocer la verdad, poseer la verdad en toda su extensión y en todas sus múltiples manifestaciones. Y el plan de acción que trazaron para la consecución de sus objetivos tenía, como ejes: generar las reformas necesarias en la universidad y en las demás facultades científicas de enseñanza; patrocinar las causas justas de todo estudiante, catedrático o empleado; socorrer al estudiante indigente; alentar o estimular a los profesores distinguidos; y fomentar y promover el engrandecimiento de las facultades científicas como instituciones que trabajan al servicio de la ciencia.

Si bien este Movimiento había sido creado e inicialmente sostenido por estudiantes de Derecho, pronto concitó el interés y la efectiva participación de profesores y autoridades de la propia universidad, así como de importantes líderes intelectuales y políticos. Entre sus miembros más conspicuos, y que formaron la Junta Revolucionaria pro Reforma Universitaria, puede citarse a Estanislao Zeballos, Pedro Arata, Francisco Ramos Mejía, José María Ramos Mejía, Lucio Vicente López, Juan Carlos Belgrano, José María Cantilo, Francisco B. Pico, Ismael Bengolea y Juan de Fonseca. La Junta estaba presidida por Juan Carlos Belgrano y su secretario era Estanislao Zeballos.

Fueron estos solo los comienzos que condujeron a que un “malestar estudiantil” se concretara en efectivos logros reformistas. Quedaban por delante más movimientos, acciones, reclamos, huelgas, tomas y revueltas. Como el movimiento de 1903/4, desatado ante la fuerte disconformidad de los estudiantes de Derecho con una ordenanza que regía los exámenes parciales y finales a la que consideraron injustificada y arbitraria. Más aún, como reacción, los estudiantes se organizaron y constituyeron el Centro de Estudiantes de Derecho el 17 de julio de 1905.

Ese mismo día, el diario La Nación dedicó un texto encomiástico para anoticiar de la creación del Centro de Estudiantes, que decía así: “Mañana a las ocho treinta p.m., se reúnen en una de las aulas de la Facultad de Derecho, los numerosos adherentes a la idea de constituir un Centro Cooperativo que tendrá por fines, además de la representación y protección del cuerpo estudiantil, la solución de cuestiones de interés financiero. Entre estos figura el proyecto de publicación en forma de apuntes de las conferencias de las más importantes materias de cada año, las que se distribuirán gratuitamente entre los asociados, y la introducción de textos extranjeros que se venderán a precio de costo a los estudiantes que se hallen incorporados a la sociedad”.

REBELARSE CONTRA EL STABLISHMENT

Con frecuencia se dice que, si bien resulta indudable el papel precursor de los movimientos en Buenos Aires para el logro de las reformas universitarias, estos quedan eclipsados por la estridente explosión revolucionaria de Córdoba en 1918. Los expertos García y Scotti proponen dos respuestas a este cuestionamiento.

Por un lado, señalan los investigadores citados, el carácter liberal de origen que tuvo la UBA “descartó, desde el principio, la rigidez de una cosmovisión premoderna, aunque no la existencia de oligarquías y de un sistema de injusticias irritantes al sentir de los tiempos”. Los movimientos precursores –recalcan— enfrentaron a tales oligarquías y aventaron la injusticia, en la medida de lo factible, en forma gradual y sin llegar a hechos extremos como sí ocurrió en Córdoba.

Para terminar, estos expertos rescatan también otra diferencia interesante entre los movimientos de la UBA y los de Córdoba “Es que tanto el movimiento de 1871 como el de principios del siglo XX –remarcan— no contaron con el apoyo oficial de parte de los gobiernos respectivos, tanto provincial como nacional. Y fueron (los movimientos de la UBA), en ese sentido, más rebeldes al stablishment político de su tiempo”.

Fuente primaria

La nota fue realizada sobre la base de los estudios de los profesores doctores  Tulio Ortiz y Liliana Scotti. “Las reformas antes de la reforma”. Documentos dedicados a la conmemoración de los 90 años de la Reforma Universitaria. Disponible en http://www.uba.ar/reforma/download/reformas.pdf. 2008.

Amalia Beatriz Dellamea, Centro de Divulgación Científica, FFyB