Luego de descartar la carrera de Veterinaria al haberme dado cuenta de que era necesario algo más que amor por los animales para poder seguirla, elegí la carrera de alimentos porque siempre me interesó entender los procesos involucrados en la transformación fisicoquímica de los productos que consumimos.
Durante toda la carrera, numerosos profesores vislumbraban en mí un perfil de investigadora que yo no veía en ese momento. Cansada de pasar tanto tiempo en la Facultad, y estudiando dentro y fuera de ella, no consideraba continuar mi actividad académica una vez finalizada la carrera de grado. Si bien me desempeñé como ayudante ad-honorem en la cátedra de Bromatología, quería concluir esa etapa para aplicar mis conocimientos en la industria. Tanto es así que rechacé numerosas ofertas de becas de capacitación que los profesores me ofrecían. Me tentaba el desafío de trabajar en otro ámbito diferente al de la Facultad.
Así me di cuenta que es difícil insertarse sin experiencia. Hay que empezar desde abajo, con humildad. Luego de muchas entrevistas, fui seleccionada como analista de calidad en una empresa, donde después de unos meses quedé como responsable del laboratorio. Si bien había que desarrollar técnicas para realizar nuevas determinaciones, tanto fisicoquímicas como microbiológicas y bioquímicas en diferentes productos, había que ser muy ingenioso y práctico para lograrlo con pocos recursos. Las operaciones rutinarias y muchas limitantes propias de la empresa, que ralentizaban mi desarrollo profesional, me hicieron sentir que era momento de cambiar.
Entonces volví a la búsqueda laboral activa, hasta quedar seleccionada como analista en una certificadora multinacional. Mis empleos en empresas privadas me permitieron, entre otras cosas, adquirir conocimientos técnicos sobre el manejo de laboratorios y determinaciones, normas de calidad y procedimientos estandarizados. Esta formación me brindó herramientas para un mejor entendimiento de la problemática de la especialidad y, en consecuencia, la capacidad de tomar decisiones de forma más eficiente. Si bien en la certificadora manejaba equipamiento de alta complejidad, otra vez la rutina en las determinaciones y mi necesidad de poder aplicar los conocimientos y seguir creciendo profesionalmente, hicieron que volviese a cambiar de rumbo.
Así, encontré en la página del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA), convocatorias a becas de práctica profesional en el Instituto de Tecnología de Alimentos. En un seminario departamental de la Facultad, al que asistí mientras era ayudante, había escuchado una charla que llamó poderosamente mi atención. La presentó quien, por esas cosas de la vida, terminó siendo mi director de tesis de doctorado. En ese momento pensé que trabajar en un instituto de Tecnología de alimentos era el sueño de cualquier egresado de la carrera… En consecuencia, decidí armar mi postulación, con más fe y esperanza que certezas. La verdad es que no tenía ningún contacto en la institución como para conocer las probabilidades de ser elegido o las exigencias del puesto, pero también encontré como positivo que valoraran el promedio obtenido durante la carrera, instancias de presentaciones en congresos o alguna actividad de investigación realizada más allá de la experiencia laboral en sí.
Gané el concurso para la beca INTA en el instituto Tecnología de Alimentos (ITA) y así descubrí mi pasión por la investigación. Luego, la institución me otorgó otra beca con la cual obtuve mi doctorado en la UBA. Empecé a formarme en el grupo de investigación del área de procesamiento de alimentos del Instituto, del cual soy actualmente la Coordinadora. También dirijo un conjunto de líneas de investigación de INTA dentro del Programa Nacional de Agroindustria y Agregado de Valor, lo que me permitió ganar experiencia en gestión.
Junto a los investigadores del equipo, atendemos e intentamos dar respuesta a las demandas que surgen tanto desde los territorios, como de Estaciones Agropecuarias Experimentales y agencias de extensión de INTA como de otros organismos públicos (INTI, Universidades Nacionales, etc.) y privados, como empresas productoras de alimentos, Pymes, emprendimientos familiares. Además, los desafíos que se presentan a nivel mundial para la obtención de alimentos seguros y de calidad diferenciada son un estímulo para trabajar en nuestro país en el mejoramiento de los métodos ya aplicados y en el desarrollo de nuevas tecnologías para la producción de alimentos.
En otro orden de cosas, trabajar en investigación me permitió viajar muchísimo… ya sea para realizar estancias de investigación como asistir a cursos y congresos y, de esta manera, conocer países como China, Sudáfrica, España, EE.UU. y Brasil. Si bien viajar por turismo es muy grato, viajar por trabajo brinda además la posibilidad de conocer los países desde otra perspectiva, que incluye desde la cultura y las costumbres, hasta la forma de trabajar y la idiosincrasia de la gente. Esto enriquece en todo sentido…
Así, comprobé que la Licenciatura en Ciencia y Tecnología de Alimentos es una carrera con amplia salida laboral, los profesionales que egresan pueden aplicar sus conocimientos en diferentes roles en la sociedad, ya sea como emprendedores de sus propios proyectos así como en puestos de control de calidad, de procesos, de desarrollo de productos, aspectos legales en empresas productoras de alimentos o en organismos de control, en la docencia y en la investigación.
La inserción laboral es siempre difícil cuando uno no cuenta con experiencia. El aporte de la práctica profesional al final de la carrera contribuye muchísimo a allanar el camino, si bien implica un esfuerzo importante por parte de la Universidad. Por otra parte, resulta mucho más sencillo insertarse en la industria para quienes trabajan en paralelo en puestos relacionados a la cursada de la carrera. Cuando era estudiante me imaginaba trabajando en el departamento de desarrollo de nuevos productos en una empresa productora de alimentos de prestigio o montando una pequeña empresa productora de alimentos.
Si tuviera la oportunidad de volver el tiempo atrás, volvería a elegir la carrera que elegí…quizás incluso de lo único que me arrepiento es de no haber retenido un poco más todo lo enseñado… pero pienso que lo más importante ¡es haber adquirido las herramientas para poder emprender cualquier proyecto que me proponga!
Gabriela Denoya, Licenciada en Ciencia y Tecnología de Alimentos. Doctora por la Universidad de Buenos Aires.
Coordinadora de un módulo dentro del Proyecto “Nuevas tecnologías de transformación y preservación de alimentos” perteneciente al Programa Nacional de Agroindustria y Agregado de Valor de INTA. Coordinadora (I) del Área Procesamiento de Alimentos – Instituto Tecnología de Alimentos (ITA) – Centro de Investigación de Agroindustria (CIA)
Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) Las Cabañas y De Los Reseros S/N, Morón (B1708WAB), CC77, Buenos Aires.