En nuestros intestinos hay un mundo microscópico viviente, que recibe el nombre de microbiota intestinal. Los billones de organismos que componen esta comunidad forman lo que hoy se considera como un “nuevo órgano”; al punto tal que suele hablarse de la microbiota como un ´segundo cerebro´ cuyas funciones específicas son claves en el mantenimiento de la salud. Una situación análoga puede observarse en el caso de la microbiota cutánea, considerada por algunos investigadores como la cuarta capa de la piel. También estudios actuales sugieren que el estrés tiene efectos significativos en la composición de la microbiota, y viceversa. Aunque este abordaje muestra un crecimiento notable, los expertos destacan que es necesario ampliar y profundizar las investigaciones, evaluaciones y pruebas en este campo.
¿Qué es la microbiota y qué produce su alteración?
La microbiota intestinal es el conjunto de bacterias y microorganismos que viven en nuestro sistema digestivo y se ha descubierto que tienen un papel fundamental en el desarrollo de enfermedades. Previene la colonización por otros microorganismos patógenos, contribuye en la digestión de alimentos, produce vitaminas B y K que el organismo no es capaz de sintetizar, además de estimular el sistema inmune, son estas algunas de sus funciones más importantes.
La microbiota intestinal es el conjunto de bacterias y microorganismos que viven en nuestro sistema digestivo, y tienen un papel fundamental en el desarrollo de enfermedades.
“Un individuo con poca información biológica se sorprendería al enterarse de que su sistema digestivo tiene 5 metros de longitud y una superficie de 300 a 400 m2 (mayor que una cancha de tenis); como comparación, toda su piel sólo cubre unos 2 m2. Sin duda, también se asombrará al conocer que, según recientes estimaciones, en ese tubo donde se procesan los alimentos habitan unos 38 billones de bacterias. Estos microorganismos corresponden a más de mil especies diferentes”, aporta Roberto A. Rovasio, doctor en Medicina por la Universidad Nacional de Córdoba, docteur d’Université por la Université Paris XIII (Paris-Nord), Francia, investigador principal jubilado del CONICET y comunicador científico. Como dato curioso, se estima que esa ´fauna´ puede llegar a pesar apenas unos 200 gramos.
En el sistema digestivo habitan unos 38 billones de bacterias, que corresponden a más de mil especies diferentes. Esa ´fauna´ puede llegar a pesar apenas unos 200 gramos.
Una revisión bibliográfica de 5 años en diferentes portales académicos de medicina señala que los primeros 1000 días de vida son fundamentales para la salud del niño ya que, por ejemplo, los bebés nacidos por cesárea no reciben Lactobacillus, que serían los primeros microorganismos que se obtienen al nacer por parto vaginal. Se ha evidenciado que en el útero, así como en la salida por el canal del parto y durante la lactancia, la madre traspasa microorganismos al bebé, como expone el investigador cubano Carlos Castañeda Guillot en una revisión publicada en la Revista Cubana de Pediatría.
Desde principios del siglo XXI se estudia a gran escala tanto la microbiota como su composición genética, el microbioma, dado que tienen un papel fundamental no solo en el estado de la salud sino también en el desarrollo de las enfermedades modernas. “Si bien la composición de la microbiota bacteriana es relativamente estable a lo largo de la vida, es sensible a los cambios ambientales y puede responder rápidamente a factores internos y externos, como el estrés (calidad del sueño, químicos, estresores físicos y psicológicos), nutrición (patrones de alimentación saludables versus no saludables) y medicación. Estos factores estresantes pueden alterar el equilibrio bacteriano intestinal, lo que lleva a una baja diversidad y distribución desigual de especies bacterianas”, puntualizan Matthew Cooke y colaboradores de la Universidad Swinburne y del Grupo de Ciencia y Tecnología del Departamento de Defensa de Australia, en una revisión reciente publicada en Nutrients.
“Trabajar sobre el vínculo entre el síntoma y las emociones es clave, ya que estas desempeñan un papel fundamental en el origen de los mismos”, explica Alejandro Rey, médico del staff de la sección de Gastroenterología del Instituto CEMIC, y agrega que “cada vez se conoce más el papel relevante de la flora intestinal en el desarrollo de trastornos como pueden ser las enfermedades autoinmunes o la obesidad. Las alteraciones pueden vincularse a la pérdida del equilibrio en nuestra salud y consecuentemente una predisposición a desarrollar enfermedades”.
Estresarnos podría afectar nuestra salud intestinal
“La influencia del estrés en la microbiota intestinal y de la microbiota intestinal en la modulación del estrés es clara para diferentes estresores pero, aunque la evidencia preclínica es muy amplia, la evidencia clínica es todavía limitada. Entonces, una mejor comprensión del mecanismo subyacente a la modulación del estrés a través de la microbiota puede abrir nuevas vías para el diseño de terapias que podrían impulsar beneficios clínicos”, postulan la investigadora española Guadalupe Molina-Torres y sus colaboradores en un artículo publicado en Behavioural Pharmacology.
El estrés es una respuesta inespecífica del cuerpo a cualquier demanda que se le impone, ya sea inducida por un estresor psicológico, ambiental o fisiológico que interrumpe el equilibrio y se manifiesta por diversos síntomas.
El estrés agudo activa un conjunto de reacciones que implican respuestas conductuales y fisiológicas (neuronales, metabólicas y neuroendócrinas) que permiten al organismo responder al estresor de la manera más adaptada posible.
Por otro lado, el estrés crónico es producido por grandes sobrecargas mantenidas en el tiempo (incluidas las de origen físico y psicológicas), lo cual provoca la activación del eje simpático-adreno-medular (SAM) y la del eje hipotálamo-pituitario-adrenal (HPA), dando como resultado la liberación de diferentes hormonas, principalmente cortisol y adrenalina.
“La permeabilidad intestinal se daña por el estrés o estados prolongados de inflamación producidos por cortisol. Al dañarse esa permeabilidad entran sustancias que no deberían ingresar a la sangre, que son tóxicas y hoy sabemos que producen enfermedades neurológicas o neurodegenerativas”, según Mariam Rojas Estape, médica psiquiatra del Instituto Español de Investigaciones Psiquiátricas.
Por su parte, Lucía di Napoli, médica neuróloga especialista en enfermedades cerebrovasculares, certificada en medicina y nutrición, médica asociada del Hospital Italiano de Buenos Aires, explica que “el estrés modifica la microbiota por medio del eje intestino cerebro y hasta el momento se sabe que en pacientes con enfermedades mentales se observa un número menor de bacterias productoras de ácidos grasos de cadena corta (asociados con funciones antiinflamatorias)”.
Numerosos estudios se han puesto en marcha en los últimos años. Pero, el hecho social total que significó la pandemia de Covid-19 ha brindado la oportunidad de investigar el impacto del estrés extremo en la microbiota. Muestra de ello es un reciente trabajo de investigadores del Departamento de Psiquiatría, del Centro de Estudios de Cerebro, del Centro de Medicina Traslacional, en conjunto con el Primer Hospital Asociado a la Universidad Xi’an Jiaotong, en China, cuyos principales resultados referiremos a continuación.
La pandemia de COVID-19 ha expuesto a los trabajadores sanitarios de primera línea a niveles extraordinarios de estrés psicológico. El miedo constante a la infección y la estigmatización social los condujeron a experimentar sentimientos de depresión, agotamiento, frustración y culpa, causados por sobrecargas de trabajo abrumadoras y la impotencia frente a la muerte incesante de pacientes, escribieron los investigadores chinos en un artículo reciente del Journal of Affective Disorders.
“Los eventos estresantes –amplían– alteraron el microbioma intestinal; la disbiosis intestinal persistió durante al menos medio año. Diferentes microorganismos siguieron trayectorias discretas durante el medio año de seguimiento. Los microbios asociados con la salud mental fueron principalmente Faecalibacterium spp. y [Eubacterium] eligens grupo spp. con efectos antiinflamatorios”. Concluyen que “las secuencias de eventos estresantes de la lucha contra el COVID-19 indujeron cambios longitudinales característicos en la microbiota intestinal, que subyace en los cambios dinámicos del estado mental”, aunque enfatizan que son observaciones preliminares y que es necesario ampliar y profundizar las investigaciones en este campo.
Muchas patologías crónicas están relacionadas con una mala dieta, sobre todo con el consumo de productos ultraprocesados*, que pueden generar una disfunción de la comunidad de microorganismos instalada en nuestro tracto digestivo. La neuróloga di Napoli afirma que “en el ámbito de la nutrición se sabe que se debería consumir alimentos reales y no ultraprocesados para mantener una microbiota saludable. Las fibras fermentables son alimentos para nuestras bacterias que producen metabolitos antiinflamatorios y su consumo resulta beneficioso”.
Algunos fármacos como los antibióticos, tienen la función de matar las bacterias “malas’’ (flora de putrefacción) pero también eliminan a muchas bacterias “buenas” (flora de fermentación) y esto puede provocar una disbiosis intestinal o desequilibrio de la microbiota. “Los antibióticos modifican la composición y la funcionalidad de la microbiota presente en las barreras corporales. Se ha demostrado que reducen la diversidad bacteriana generando una prevalencia de ciertas familias de microorganismos por sobre otras. Estos efectos podrían mantenerse entre seis meses y dos años”, sostiene di Napoli.
“Es fundamental, entonces, sostener hábitos saludables y adecuados para proteger la microbiota y mantenerla en equilibrio”, señala Romina Verónica Fischman, médica especialista en Gastroenterología, miembro de la Sociedad Argentina de Gastroenterología (SAGE). Afirma que “los desequilibrios de la microbiota podrían reducirse con cambios en el estilo de vida”. Además, agrega que “el beneficio en el uso de prebióticos, probióticos o simbióticos se encuentra en constante estudio”. “Es necesario –dice– continuar investigando para obtener conclusiones más consistentes para poder aplicarlos en la práctica diaria”.
Es fundamental, entonces, sostener hábitos saludables y adecuados para proteger la microbiota y mantenerla en equilibrio. Los desequilibrios podrían reducirse con cambios en el estilo de vida.
“Dentro de veinte años, cuando acudas al médico, posiblemente tenga en cuenta los datos procedentes de tu microbiota, qué composición tiene y cómo puede afectar a un tratamiento o diagnóstico”, asegura para concluir Ignacio López-Goñi, catedrático de Microbiología de la Universidad de Navarra y autor de Microbiota, los microbios de tu organismo.
Consejos para cuidar nuestro segundo cerebro
Una alimentación saludable es fundamental para mantener una microbiota intestinal equilibrada. En este sentido, el primer cambio que podríamos hacer en nuestra dieta es eliminar el consumo de aquellos productos que alteran su composición, entre los que se incluyen los alimentos ultraprocesados y aquellos que contienen aditivos. Lo ideal es realizar cualquier cambio alimentario con la supervisión de un médico especialista.
¿Sólo se trata de un cambio de alimentación?
La respuesta es no. Para mantener la salud intestinal es necesario generar cambios en la alimentación pero también tener en cuenta el uso de fármacos y estilo de vida. La alimentación es una gran condicionante debido a la cantidad de aditivos de los productos procesados y ultraprocesados que consumimos y que podrían alterar la flora intestinal.
Algunos consejos para comenzar el cambio
- Incrementar el consumo de frutas y verduras ya que contienen fibra y sustancias antioxidantes que refuerzan la respuesta inmunitaria y los procesos digestivos. Ayudan a combatir las bacterias “malas” y contribuyen a regular el pH del estómago para el crecimiento de “bacterias buenas”.
- Consumir alimentos con alto contenido en fibra como cereales integrales, legumbres y frutos secos. De acuerdo con un estudio publicado en Gut Microbes, el consumo regular de sustancias prebióticas es capaz de asegurar un sustrato energético para las bacterias del intestino.
- Evitar el exceso de proteínas de origen animal ya que son más difíciles de digerir y crean una sobrecarga para la flora del intestino. En lo posible se deben limitar sus porciones y procurar obtener a través de fuentes vegetales como la soja, las legumbres y las semillas.
- Lavarse frecuentemente las manos ya que suelen estar llenas de microorganismos que pueden hacerle daño al cuerpo. Procurar lavarlas antes de comer, después de ir al baño y en todos los momentos que lo considere pertinente.
(Fuente: Fardet, Anthony; Fonty Gérard. https://theobjective.com/further/lifestyle/2020-08-11/los-alimentos-ultr…)
Los contenidos de esta publicación se redactan solo con fines informativos. En ningún momento pueden servir para facilitar o sustituir diagnósticos, tratamientos o recomendaciones provenientes de un profesional. Consultar con un especialista ante cualquier duda para iniciar cualquier procedimiento.
Nota
*Los alimentos ultraprocesados no están definidos en el Codex Alimentarius ni en el Código alimentario argentino. Solo los define la OPS, del modo que sigue:
Los productos ultraprocesados suelen contener pocos o ningún alimento entero. Son formulaciones industriales principalmente a base de sustancias extraídas o derivadas de alimentos, además de aditivos. Se incluyen entre ellos las bebidas gaseosas y otros jugos y bebidas azucarados, los snacks dulces y salados, los caramelos (dulces), los panes industriales, las tortas y galletas (bizcochos), los cereales endulzados para el desayuno, los productos cárnicos reconstituidos y los platos previamente preparados. Además de azúcares, aceites, grasas y sal, los productos ultraprocesados incluyen sustancias también derivadas de alimentos, pero no usadas en la comida casera, como los aceites hidrogenados, los almidones modificados o los aislados de proteína, y aditivos como los potenciadores del color, el sabor y el aroma. Los aditivos se emplean para imitar y aumentar las cualidades sensoriales de los alimentos naturales o para ocultar las cualidades no atractivas del producto final.
(Fuente: Organización Panamericana de la Salud. Alimentos y bebidas ultraprocesados en América Latina: ventas, fuentes, perfiles de nutrientes e implicaciones normativas. Washington (DC), 2019, p. 1).
Bibliografía
Castaneda Guillot, Carlos. Microbiota intestinal y los primeros 1000 días de vida. Revista Cubana Pediatra [online]. 2021, vol.93, n.3, e1382.
Cooke, Matthew B.; Catchlove, Sarah; Tooley, Katie L. Examining the Influence of the Human Gut Microbiota on Cognition and Stress: A Systematic Review of the Literature. Nutrients, 2022, 14, 4623.
Fengjie, Gao; Ruijin, Guo; Qingyan, Ma et al. Stressful events induce long-term gut microbiota dysbiosis and associated post-traumatic stress symptoms in healthcare workers fighting against COVID-19. Journal of Affective Disorders, 2022, Vol. 303, 187-195.
López-Goñi, Ignacio. Microbiota, los microbios de tu organismo. BOOKS4POCKET Córdoba (España), 2019.
Molina-Torres, Guadalupe; Rodríguez-Arrastia, Miguel; Román, Pablo; Sánchez Labraca, Nuria; Cardona, Diana. Stress and the gut microbiota-brain axis. Behavioural Pharmacology, 2019, Vol. 30, No 2-3.
Rojas Estape, Mariam. Daño del estrés continuado a la microbiota intestinal. Cap. ‘‘Neurociencia de las emociones’’. BBVA–Aprendamos juntos.
Rovasio, Roberto. Diálogo entre la tripa y la mente. Editorial. Pinelatinoamericana, 2022-2 (3), 156-170.